Por Jorge Alanis Zamorano
Recordarán aquellos personajes que visitamos en el 2017 en las instalaciones de Sagarpa, “Sabores de Yucatán” lo titularon. Y como no existe el tiempo que no se cumpla, pues nos trasladamos hasta Espita ubicado al oriente del Estado muy cerca de Sucilá y de Tizimín.
Logré dar con la señora Cristina Isabel Dzib Oy, con su esposo don Francisco Loría Quetzal y su pequeña hija Angélica María Loría Dzib -quien nos grabó la entrevista en video-. No omito el amable apoyo de don William Chan Ceme de la SEDER de Espita. Demasiado calor hacía ese día, cuando llamamos a la puerta doña Cristina de inmediato me recordó. 
Me percaté que estaba haciendo tortillas a mano y no dejé pasar la oportunidad de pedirle una con un poco de sal; se me concedió la petición y no te cuento lo bien que la pasé con mi paladar y el antojo.
Por fin llegamos a su centro de trabajo, me cuentan que por el momento no la pasan muy bien, el intenso calor les está cobrando facturas muy caras y como no tienen un sistema de riego formal pues con unos metros de manguera que su hijo les compró y unos aspersores de jardín poco pueden hacer.
Las cosechas son llevadas al mercado de Espita: lechugas, rábanos, cilantro y algunos otros productos que logran. No pueden trabajar en todo el terreno que hace tiempo adquirieron para ese fin, pues sin un sistema de riego logran muy poco. Aunque tienen un pozo, el ingreso económico para implementar un sistema de riego no les alcanza. Les cuestioné si no se han acercado a los apoyos de gobierno, me respondieron que sí lo han hecho sin encontrar eco a sus peticiones, desconocen los mecanismos y no tienen una guía para lograr su proyecto y por supuesto que no saben sobre los calendarios para tal efecto.
Requerimos agua, el trabajo nosotros lo hacemos
Dice la señora Cristina Isabel que principalmente agua es lo que hace falta porque el trabajo ellos lo hacen. “Son muchos los hijos y aunque apoyan con el trabajo, ahora no podemos hacerlo porque el sol no deja la tierra húmeda para que produzca más. En las tardes estamos sacando rábanos, lechugas y cilantro para entregar a las ‘venteras’ de nuestro mercado”.
“Si tuviéramos un sistema de riego creo que sí podríamos tener suficiente porque tenemos la tierra para trabajar”.
A los hijos… ¿Les gusta trabajar el campo o son obligados?
Don José Francisco responde orgulloso. “Les gusta. Mira, uno que ya terminó su carrera nos está apoyando con las mangueras; como ya está trabajando nos ayuda un poco con esto. Estamos instalando las mangueras, aspersores (para jardín), semillas. Todos vienen a chapear, a regar, a lavar rábano, el cilantro…” ¿Cuántos hijos tienen? “Ocho, los cuatro mayores tienen formación universitaria, nos apoyan con los gastos. Los más pequeños de primaria y prepa tienen becas del gobierno, con estos apoyos, junto con lo que producimos, no nos falta la comida”.
Nuestros hijos quieren salir adelante
La familia tiene además pollos y puercos complementando y respondiendo a las necesidades. Doña Cristina Isabel agrega “Todos pueden estudiar si los padres ponemos un granito de arena para apoyar a nuestros hijos, ellos son los que deciden ser más adelante unos profesionistas. Con ocho hijos no es fácil, su papá y yo estamos luchando porque además de la siembra, trabajamos en otras cosas. Nuestros hijos quieren salir adelante”.
Estimado lector, si bien no es una historia nueva, nos ayuda a recordar, a motivarnos, inspirarnos y no claudicar. La familia de doña Cristina Isabel y don José Francisco nos muestran una cara 
no de tristeza, agobio, ni mucho menos de fracaso. Es más bien, la cara de la resistencia por mantenerse en pie y de frente al día siguiente además de compartir un poco de su esfuerzo -que agradezco infinitamente- con la simpleza que se requiere para poder ser feliz, a mí, su servidor, me hicieron el día con una tortilla recién hecha a mano y un poco de sal. Dejo pues en sus manos un rincón de Yucatán que se llama Espita. Su gente es trabajadora, orgullosa y con mucha pasión pero sobre todo, es gente buena.
