Page 11 - RuralMX Agosto 2022
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 HÍ
     C
PCor Jorge Alanis Zamorano
ercano a Motul encontramos a Muxupip (“pan enterrado” en maya), municipio tranquilo en donde su gente trabajadora te re-
cibe bien y gustosa. Ahí, me encontré con Jorge Adrián Aké y con Daniel Araujo Domínguez, ellos cuentan con una historia que debe interesarnos.
En tiempos donde las ganas van bajando ve- locidad y los rumbos no son claros, ellos mues- tran una cara alentadora para pisar el acelerador y poner en marcha la creatividad, pero eso sí, debe encararse a la suerte sin miedo.
Se trata de poder utilizar el conocimiento de las abuelas, quienes pusieron a nuestra dis- posición lo que saben hacer. Ahí, cada quien despertará el interés y pondrá en práctica lo que escucha, lo que aprendió, para aprovecharlo a su entero favor; ellos, con una idea clara de hacer negocio buscaron alternativas y, en la búsque- da de poder hacerse de un ingreso, llegaron a la idea exacta: una salsa como las que hacen las abuelas.
Sí, aquel sabor que detona en el paladar y realza toda comida que se atraviesa a su paso. El asunto aquí, no es solo la mezcla molida de
chile habanero y otros ingredientes como cebo- lla y ajo; tiene un toque, eso que la vuelve una salsa inmortal, que hace recordar buenos tiem- pos, que hace desear “más de eso” en los tacos y tortas, en el desayuno, en el guisado, en la charla antes de comenzar la comida fuerte, con toto- pos, frijol y salsa... esa salsa picosita, de buen color, de la abuela, ¡sí, exactamente esa salsa!
Daniel y Jorge se dan a la tarea de preguntar dónde estaba el tesoro escondido en la receta. ¿Por qué no nos queda como debe quedar?, se preguntaron en más de un ensayo. Hasta que una abuelita les dijo cómo se debe hacer, el pase mágico, el movimiento, el lugar, los tiempos exactos de cada proceso... ¡Es una salsa artesa- nal!
Se dieron cuenta que la sazón de la vieja escuela tiene su chiste. Hacer las cosas bien he- chas, con el corazón, con gusto, con ganas de que se coman y repitan lo que se sirve, con ga- nas de convocar a los presentes y continúen la reunión llenando el estómago con placer. Así es como las chichís (abuelas) controlaban a la fami- lia: por el estómago, pero siempre comenzando por el paladar...
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