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“El agua sucia no puede lavarse”

 

La contaminación del agua en la Península yucateca

 

Por Benjamín Esqueda Lazo de la Vega

 

El agua sucia no puede lavarse, un proverbio africano que afirma la importancia de este recurso cuando escasea. Cuántas veces hemos escuchado a familiares, amigos y amigas, decir: “vamos a nadar al cenote o al mar; el agua está limpia y cristalina”; ¿de verdad está limpia? También hemos escuchado las historias y relatos de personas mayores contando que bebían el agua de los pozos y los cenotes, llamándole “agua limpia, pura y fresca”. Hoy, el agua que la mayoría consume, es embotellada y purificada; sin hablar del agua alcalina e importada.

¿Cómo es que pasamos de beber el agua que abunda bajo nuestros pies, a escasos 10-20 metros, a beber agua de una botella importada desde lugares y manantiales lejanos? ¿Qué fue lo que pasó para desconfiar del agua disponible en la Península yucateca? Y, más importante aún, ¿qué pasará con las generaciones futuras en cuanto a la obtención y calidad de este preciado recurso? Bien dicen que el agua es vida.

La Península yucateca es uno de los pocos lugares de la República Mexicana que no presenta dificultades en el abastecimiento de agua para satisfacer demandas sociales y agrícolas. Sin embargo, la única fuente de abastecimiento para la región es el agua subterránea por falta de ríos, lagos y manantiales.

La naturaleza del subsuelo está caracterizada por piedras calizas y actúan como una gran “esponja”, la cual filtra el agua y transmite cualquier líquido y material a los grandes almacenes subterráneos. Científicamente hablando, se conoce como “sistema kárstico” al suelo peninsular, y coloquialmente hablando se conoce como “laja”.

Al llegar la temporada de lluvias, esta gran plataforma de roca caliza permea todo a su paso a demás del agua pluvial. Nos referimos a los diversos contaminantes químicos producidos por actividades económicas como la pesca, el turismo, las industrias agropecuarias, fosas sépticas, entre otras. Algunos de los contaminantes que se encuentran en el primer manto acuífero (el gran almacén de agua) son: metales pesados, plaguicidas, hidrocarburos, nitratos, fármacos, nicotina, etc.

En realidad, todos y todas somos partícipes de la contaminación del agua

¿Te has preguntado a dónde se va el agua después de que te bañas? ¿O cuántos litros de agua son utilizados para la producción de refresco o cerveza? Incluso, ¿de dónde se obtiene el agua para la limpieza en granjas de pollos, cerdos y pavos? Y, una vez utilizada esa agua, ¿a dónde va? ¿Qué contaminantes genera y cómo impactan al medio ambiente? ¿Qué enfermedades transmiten si uno tiene contacto con aguas contaminadas?

Los manglares contribuyen a mantener la calidad del agua como si fuese un filtro, al retener diversos contaminantes producidos por la actividad humana… quizá ya no suene tan agradable la idea de ir a nadar a la costa.

Debido a la falta de programas educativos y al interés a nivel estatal, el uso indiscriminado de pesticidas en actividades agrícolas conlleva a este tipo de consecuencias, y peor aún, el 30 por ciento de la población bebe agua directamente de pozos o cenotes contaminados

Ser consciente de lo que uno consume, produce y deshecha es el primer paso para conservar y mantener las fuentes de agua potable sin contaminantes. El segundo paso es difundir la información concerniente a la problemática social; al igual que considerar las generaciones futuras, fomentar la educación medioambiental y evaluar las múltiples amenazas para la protección de fauna y flora presente en el ecosistema. 

La próxima vez que consumas agua de una botella, nades en el cenote o playa de tu preferencia, piensa en la importancia del cuidado de este recurso natural y la oportunidad de beneficiar a la sociedad y medioambiente modificando ciertos hábitos que favorezcan a una pronta resolución.

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