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De la ciudad al campo

Por Yicel Mis Góngora

La abeja citadina

¿Alguna vez te has preguntado si no te hubieras dedicado a lo que haces ahora, qué harías? ¿Hay otra opción? Pues resulta que después de una mañana muy ajetreada, salí con prisas, ignorando el caos vial de periférico y el sol que comenzaba a calentar mi piel. Me encontré con Damaris y su abuelo. En una pequeña camioneta, con muchos materiales acomodados en la parte trasera, nos dirigimos a conocer sus apiarios. Damaris Sierra Pérez, tiene 28 años, vive y estudia en Mérida, y en sus tiempos libres es apicultora.

Al llegar al pueblo de Tixpehual, un olor indescriptible a leña prendida dispuesta a calentar los alimentos del día inundaba la zona. Comencé a emocionarme, pues sería la primera vez que conocería un apiario, las fotografías y algunos videos hacían más ansiosa la espera. Don Herminio Pérez, el abuelo de Damaris, preparaba el ahumador colocando chaká, mientras que Damaris y yo nos preparábamos con el traje para comenzar a trabajar. Al ponerme la careta comencé a escuchar mi respiración y a mirar mis manos descubiertas, entonces sentí miedo. ¿Miedo a qué? Quién sabe, porque no había siquiera entrado a los apiarios.

Caminamos unos metros por el monte, entre un sendero, el calor era agotador y los árboles ofrecían sombra como bienvenida a nuestra visita. Más de 20 cajas se podían ver, pero mi compañera me explicó que compartía el terreno. Así que únicamente 10 cajas le pertenecían.  El zumbido de las abejas me despabiló y en lugar de miedo, había mucha curiosidad. La chica se dirigió donde los cuadros y levantó uno, mientras Don Herminio echaba humo, entonces las abejas se me acercaban a saludar, o a picar, aun así, me dispuse a acompañarlos y observar.

Sacaron uno por uno los cuadros y los revisaron detenidamente. Es un trabajo laborioso y se requiere de mucha paciencia, pues, a este punto las abejas comenzaron a ensordecerme, y al caminar por la careta que traía poniéndome –creo- a prueba. Luego de algunas fotografías, nuestras amigas voladoras habían comenzado a cubrir toda la cámara. Escuchar a nieta y abuelo compartir cada uno sus conocimientos, me llenó de nostalgia y pesar por algunos desacuerdos en la manera de revisar las cajas, Don Herminio apoyó y ayudó a Damaris en todo momento.

En el siguiente apiario, se encontraban cuatro cajas más, sin embargo, por la hora del día, cómo dice Don Herminio, las abejas son un poco agresivas. El trabajo comenzaba a ser agotador, pero Damaris, en ningún momento se quejó de ello, reviso uno por uno los cuadros y removió un poco de cera. Me sorprendió como nuestros guías me comentaron que estas colmenas vienen de Mérida y que ambos se encargaron de mantenerlas en las cajas y traerlas hasta Tixpehual para su cuidado.

Me pregunté cómo podemos invitar a más jóvenes de la ciudad a realizar esta actividad y mientras pensaba mirando las cajas tan simétricas. Damaris gritó muy contenta “¡mira, ésta es la miel!” Un cuadro con apariencia más oscura que los demás y de mayor grosor, estaba en las manos de la chica, tenía una capa protectora grisácea que permitía ver la textura y el brillo de la miel. Fue reconfortante y me permití deleitarme de ese momento.  Aunque sin darme cuenta las abejas habían entrado por el brazo de mi traje y me picaron unas cuantas veces, ¡te están dando besitos!, me dijo Damaris. Riendo un poco, me aparté y observé como finalizaban su trabajo del día.

Ahí está la magia, entre el monte, el sol y las picaduras de abeja; como una travesía para llegar al gran tesoro: la miel. Dichosos los dedicados a la apicultura y dichosos los jóvenes quienes se aventuran a practicarla.

Damaris recuerda con mucho cariño y un poco de nostalgia a Don Benito Naal, alias Don Nico, quién le enseñó todo lo que sabe acerca de la apicultura práctica. Así que, en esta experiencia aprendí a través de la alumna, quien poco a poco va superando a su maestro. Desde el 2016 comenzó a incursionar en los terrenos de la apicultura, por su amigo Gerardo Concha, quién fue el que la invitó por primera vez a conocer un apiario. Siendo una joven de la ciudad, tuvo dificultades para adaptarse con los pobladores de Tixpehual, quienes desconfiaban de ella por ser de fuera. Sin embargo, se ganó el cariño de todos y comenzó este proyecto junto con su hermanito Yannick Sierra. Actualmente comercializa su miel en “Bella Maya Boutique” ubicada en Pinos del Norte bajo el nombre de Dama Abeja. Recomiendo que consumas lo que se produce localmente y apoyes el trabajo de nuestra gente.

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