Por: Diego Ramos Marín
Madres de familia que construyeron un legado cultural en sus hijos, que educaron a los pequeños con base en las creencias de los sabios de antaño, madre maya, madre fuerte, madre que vive entre el recuerdo y el olvido.
Cuando hablamos de la cultura maya pensamos en una gran civilización, grandes ciudades de piedra llenas de dioses y una sociedad gloriosa que se quedó en el olvido, en el pasado.
La Península de Yucatán que conocemos actualmente, fue edificada sobre esta cultura; muchos descendientes desde hace más de cinco siglos siguen pisando fuerte las huellas de sus antepasados; siguen construyendo sus casas de palma de guano; siguen obteniendo agua de la piedra calcárea que esconden ríos, cuevas y cenotes misteriosos; continúan las costumbres y tradiciones; siguen preservando su lengua entre el sincretismo cultural; siguen comiendo como los dioses les enseñaron a sus padres; continúan luchando para no quedar en el olvido; siguen compartiendo sus leyendas y secretos a las nuevas generaciones que se han mudado a las grandes ciudades para unirse al mundo progresivo, y no porque esto no deba ser así, pero sigamos ahí, recordando nuestros orígenes para nunca dejarlos en el olvido.
