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¿Inseguridad alimentaria?

Alberto Aguirre / El Economista

Paradojas de la sana distancia: las ventas de los abarroteros registraron un incremento de 18.6% durante el primer mes de la contingencia sanitaria. Las “tienditas de la esquina” alcanzaron récord en la venta de jabón líquido para manos (241.3%) y de artículos para los botiquines, que incluyen cubrebocas y guantes esterilizados entre el material de curación (113%), mientras que las ventas de los víveres (22.3%), el papel higiénico (17%) y los productos para la limpieza del hogar (16%) registraron sustanciales mejoras, de acuerdo a datos proporcionados por la Asociación Nacional de Abarroteros Mayoristas.

Pronto se sabrá, con datos de la ANTAD y otras instancias competentes, la proporción del incremento del consumo de alimentos procesados y bebidas azucaradas en este periodo especial. Egresado de la Escuela Johns Hopkins Bloomberg de Salud Pública, el subsecretario Hugo López-Gatell ahora combate al nuevo coronavirus con el mismo denuedo que ha afrontado a los productos con alto contenido calórico, causantes de las otras epidemias que afectan la salud de los mexicanos: obesidad y diabetes.

Si pudiera, López-Gatell vedaría su comercialización durante la pandemia, tal y como hizo con la cerveza. Hasta las conferencias nocturnas del subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud llegaron preguntas filtradas por representantes de esa industria de bebidas no alcohólicas y de los negocios de barrio, para cuestionar sobre la suspensión de la producción de las plantas cerveceras y la venta de esos productos en estanquillos y tiendas de conveniencia.

Antes, habían buscado apoyo en la Sader y comprendieron —sin matices— que la ventanilla para esa solicitud estaba en la SSA. Luego ocurrió una serie de eventos desafortunados, aunque los productores de trigo, malta y cebada pudieron entregar su mercancía…

El consumo y la producción de alimentos, ¿en riesgo por el Covid-19? Considerado esencial en la declaratoria de emergencia por causa de fuerza mayor, el sector agroindustrial no cuenta con medidas sanitarias para proteger de un probable contagio a los trabajadores del campo.

Paradojas de la sana distancia: los productores primarios afrontarán la pandemia con efectos diferenciados, revela un análisis de la firma especializada Messidor. El próximo bimestre dejará ganadores y perdedores: los productores de básicos como maíz, frijol, arroz y trigo afrontarán con relativo éxito el paro económico; los de frescos, como frutas y hortalizas, tendrán mayores dificultades. En el sector pecuario, los productores de leche y huevo se verán menos afectados que los de cárnicos (pollo, cerdo y res). La industria de alimentos procesados será la gran ganadora en el corto plazo.

Pero hacia el segundo semestre del año, por la caída en los ingresos de los hogares —consecuencia lógica e inmediata del desempleo—, disminuirá la demanda de alimentos y la afectación de toda la cadena de agronegocios del sector primario (desde la provisión de insumos hasta la distribución final) sufrirá una afectación significativa.

La Secretaría del Trabajo anunció la caída de 347,000 empleos formales perdidos en una quincena; si el impacto del ­Covid-19 en el empleo es de 10% de la fuerza laboral, la contracción de la demanda de alimentos podría afectar incluso a la agroindustria de alimentos procesados —que además este año enfrentará los costos del etiquetador frontal— y riesgos de incrementos mayores en el IEPS.

El debilitamiento del tipo de cambio tendrá el doble efecto de promover las exportaciones de productos frescos, pero encarecerá las importaciones de granos forrajeros para el sector pecuario e insumos básicos como semillas, agroquímicos y fertilizantes para el agrícola.

Elaborado por Messidor, un despacho de consultoría encabezado por el economista Leonel Ramírez, el reporte enfatiza la necesidad de realizar “un análisis profundo y monitoreo permanente” del impacto de la crisis sanitaria en el sector agropecuario.

Y es que —a su juicio—, las autoridades del ramo han subestimado los efectos que la contracción de ingresos por un mayor desempleo (tanto formal como informal) tendrá en la demanda interna y externa de productos primarios, así como en el dinamismo del sector agroindustrial.

Tampoco las autoridades han enfocado su atención en la cadena de suministros, a fin de evitar afectaciones en la disponibilidad oportuna y suficiente de alimentos. Y si bien el presidente del Consejo Nacional Agropecuario, Bosco de la Vega, ha garantizado el abasto de productos de primera necesidad, al tiempo de advertir sobre el riesgo de latrocinios en el traslado de las mercancías, para los analistas de Messidor, la actual coyuntura no presenta un problema de inseguridad, sino de capacidad de demanda, para asegurar el abasto en regiones apartadas del país.

¿El mayor riesgo? El potencial contagio de la fuerza laboral dedicada al campo. De no actuarse a tiempo para evitar la transmisión de la pandemia en las regiones productoras que contratan jornaleros para el levantamiento de las cosechas, los efectos podrían ser devastadores.

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