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Jícamas de Maxcanú

La manzana prohibida, que se agota…

 

Ellos trabajan la tierra y recogen el fruto reconocido por su sabor y dulzura, son las jícamas de Maxcanú. A los hermanos Bernardino y Hermenegildo Catzín Mena, como a muchos otros productores, la arena del reloj se está agotando, dejan de cubrir la extensión original de sus tierras que tanto les han dado. Preocupados porque no tienen a quién dejar el conocimiento aprendido desde su abuelo, están a la expectativa de que algún sobrino o nieto continúe la labranza. Esta es su historia, nuestra historia, pues la dependencia que ellos tienen a la tierra, en realidad todos nosotros también la tenemos. Hoy día, las nuevas generaciones se niegan a continuar con el trabajo enajenados por la nueva tecnología, la pérdida de identidad de ser del campo, otras inquietudes que el mundo externo les ha traído, hace que se olviden y abandonen el origen de su sangre. Entristecidos don Dino y don Gildo nos expresan que el cansancio del tiempo les está cobrando la factura y hoy únicamente una pequeña porción de todos los mecates de tierra que tienen, pueden hacer que den los frutos esperados, los frutos del trabajo.

Exponen una desesperación encubierta tras una sincera sonrisa y aunque traten, denotan en la mirada -que se pierde entre el recuerdo y el futuro que ya no es tan lejano- la pregunta que más pesa ¿Qué va pasar con las tierras y las jícamas?

A pesar de las huellas del sol en la piel de sus rostros deja claro que tiene un costo estar extrayendo los frutos de la madre tierra. Pacientes llegan, trabajan y esperan. Nos relatan que su padre les aconsejó no dejar de trabajar, enseñándoles cómo hacerlo, los tiempos, las formas, la pasión y el orgullo de tener tierra en las manos y en los pies. La fecha esperada es por ahí del 20 de octubre que es cuando se desentierran las jícamas como si fuese del vientre de una madre. Las lavan, se secan y empaquetan para su comercialización. El comprador llega hasta la puerta de su casa.

 

Sin frío no endulzan

Pero… ¿Cuanto tiempo lleva cultivar estas sabrosas jícamas?

IMG_1602La odisea tarda aproximadamente diez meses, inicia en enero para cosechar a finales de octubre o principios de noviembre pues nos recalcan que “sin frío no endulza la jícama”. En realidad, se puede sembrar en cualquier época del año, pero el invierno es lo que le da ese sabor especial. Nos platican que Maxcanú no sólo se dedica a la jícama pues hay quienes siembran cacahuate, maíz y calabaza.

 

Don Gildo nos platica que no le gustó la escuela, pero que su padre tampoco lo dejó que saliera a la calle así que lo llevó al monte a trabajar “y me gustó” -apunta sonriente-. Desde los 15 años ya trabajaba aquí. Hicimos cuentas y son 60 años los que lleva sembrando y cosechando.

 

¿Cuántos de la familia le entran al trabajo?

Ya no quieren. Cuando estaban chiquillos venían, pero ya se casaron, sólo mi nieto Alexis y mi hijo Joel vienen a ayudarnos. Veo que Alexis tiene mucha paciencia para esta labor, -cosa de la que desgraciadamente carecemos muchos en estos tiempos-.

 

¿Están perdiendo el interés al trabajo del campo las nuevas generaciones?

IMG_1630Ya no es igual, les gusta otro tipo de trabajo. Son pocas las personas que se dedican al cultivo. Poco a poco se va olvidando. Nosotros porque apreciamos este trabajo, pero los muchachitos ya no.

 

¿Dónde quedará este conocimiento y sus tierras?

IMG_1774Nos preocupa, no hay quién las trabaje. Nosotros estamos terminando y quién sabe qué será después. Ojalá que se siga la tradición y que la hagan producir, sin embargo, la juventud ya no está para esto y terminan vendiendo su herencia. Este lugar es muy bueno, sagrado por su buena tierra.

 

 

Por Jorge Alanis

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