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Niños del campo

En sus manos estamos

El crecimiento de la población humana es un desafío para la producción de alimentos.  En paralelo, los niños jornaleros atraviesan un grave problema pues la inserción en el trabajo del campo en México los convierte en trabajadores temporales quienes se encargan de sembrar, cosechar, recolectar y preparar los productos. La desigualdad existente en nuestro país hace que los campesinos, es decir, sus padres, emigren de su zona donde no encuentran trabajo o los medios para desarrollarlo, a otros espacios llevándose a sus familias enteras.

Sin embargo, a diferencia de esta grave situación, existen niños que aportan su esfuerzo junto con la familia sin ser explotados, esto es como aprendizaje normal en su ámbito de vida, en su cotidianidad. Estos niños entienden su forma y manera de ser, lo asumen y con ganas interactúan con las labores de casa sumado al trabajo del campo desarrollado por sus padres y madres, construyéndose como personajes claves para nuestro futuro.

¿De quién dependerá la producción de alimentos?

Independientemente de la mecanización, incluso la automatización de hectáreas enteras, se requiere finalmente la mano directa del hombre en el sector agropecuario y por supuesto, de su transformación. Me di a la tarea de encontrar niños que participan sin problemas, sin prejuicios, otorgándome, gracias a la plena autorización de sus padres, la posibilidad de poder registrar el entorno donde se encuentran. Es en los niños donde debemos asegurar ese anclaje en sus vidas ya que muchos otros jóvenes en pubertad ya no quieren estar en las zonas agrícolas, el campo se hace viejo y nuestros jóvenes –no todos- están en “otro canal”.

Dejo entonces este mensaje a los padres y hermanos, a los niños en su mes de abril donde a mi manera les otorgo el reconocimiento y festejo con ellos el orgullo de lo que son. En plena primavera festejemos nuestro futuro, festejemos a nuestros niños y enseñemos el amor al campo, a la actividad con la frente en alto y con ¡mucha, pero, mucha pasión!

Gallinas de libre pastoreo y sus huevos de oro

Allá en Komchén, comisaría de Mérida, los hermanos Freyman Angulo se encargan junto con sus padres a la venta de huevo de granja, de gallinas en libre pastoreo. Jerónimo y León se ocupan de limpiar, alimentar, rellenar los nidales, poner agua, apoyan para la recepción de nuevas gallinas y recolectar huevo que sus padres venderán a sus clientes. Me di cuenta de que les tienen mucho cariño a sus animales, un enorme respeto por que tienen muy claro: de ellas depende el sostén de su hogar.

Me dieron un recorrido y emocionados mostraban cómo ejecutaban sus labores. Con mucho cuidado pasan entre ellas y aunque les pican sus pies y piernas, saben que no son malas; me cuentan que las gallinas viejas las tienen separadas y no obstante que producen poco, no les gusta sacrificarlas pues les da tristeza. “Esta es una granja familiar” con orgullo menciona Jerónimo. El ejemplo claro –me dijo- de sus labores es asegurar que las gallinas están libres, que coman pasto, bichos, gusanos, sin olvidar su alimentación natural. Sus amigos les dicen que “está padre lo que hacen”, que quieren visitar su granja, incluso si les pueden vender gallinas o qué pueden hacer porque el gallo de su abuela está enfermo. Comentan los entrevistados:

Creo que los niños deben aprender estas actividades porque si un día no tienen que comer, pueden comer una gallina o el huevo. Nuestros papás nos enseñaron porque necesitaban ayuda –recalcan- pero sin obligarnos y al final nos gusta mucho lo que hacemos.

Nos enseñan a sembrar para después comer “El futuro está en nosotros los jóvenes”

Fui a Oxcum, municipio de Umán donde en un comedor comunitario los niños del lugar cuando salen de la escuela van para estar mientras sus padres trabajan ya sea en Mérida o directamente en el campo. Aquí les enseñan la siembra, cuidado y cosecha de hortalizas que serán utilizadas en la comida que le es preparada, son casi treinta niños.

Conocí a Josué Neftalí Osorio Cigarroa quien me dio un recorrido por el terreno destinado para ser una pequeña huerta.

Ahí hay pequeños desde 2 hasta 14 años y en sus posibilidades apoyan sin dejar de aprender haciendo una rutina muy interesante pues resulta que algunos niños cuando están con los tomates cherry ¡se los comen directamente de la mata! Pregunté si nos les hacía daño, y orgulloso y tranquilo Josué me indicó que no, pues no utilizan ningún químico por lo que tierra puede que tenga el tomate, pero más allá de eso no hay más que pudiera perjudicar la salud de los niños.

Josué Noel de 9 y Ariadne Aguayo 6 años también me mostraron su intervención en este huerto. Les pareció extraño en un principio mi presencia, sin embargo, con naturalidad manifestaron sus conocimientos; uno sembrando semilla de cilantro y después ambos cosechando rábanos. Aunque Ariadne parece nunca sonreír, si ponemos atención sí que lo hace. Tranquilos y pacientes se mostraron ante la cámara y mis preguntas y sin recelo y contentos enseñaron sus pequeños logros.

Por su parte, el mayor de todos –su tocayo- Josué Neftalí, piensa que los niños deben aprender a trabajar la tierra, es muy importante para la vida cotidiana. “Estoy aprendiendo a sembrar, me gusta venir para ayudar, así como con confianza”. Dice que a sus amigos les gusta más el baile y jugar fútbol, él prefiere ir al huerto. Josué ya sabe trasplantar y también tiene su mata de tomates cherry en casa. “Chavos de mi edad y hasta más grandes que yo, deben aprender a sembrar porque a la larga les puede beneficiar, les recomiendo que conozcan un poco más del campo. Nuestro futuro es cultivar más, que cada uno coseche sus alimentos. El porvenir está en nosotros los jóvenes, los adultos ya hicieron lo que tuvieron que hacer, nosotros enseñaremos a nuestros hijos lo que aprendimos paso a paso. Me gusta esta actividad, ayudo a mis papás cosechando lo que siembro, sólo salgo al patio y lo comemos. La gente de la ciudad pocas veces valora este trabajo, sólo les importa el dinero y todo lo quieren comprar; acá nosotros hacemos un esfuerzo duro para conseguir lo que comemos”.

Es muy arduo y mal pagado el esfuerzo de la gente del campo para que algo tan sagrado como son los alimentos, lleguen a nuestra mesa, acuérdate de esto cada vez que te entren ganas de regatear.

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