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Un milagro llamado leche de chiva

Un milagro llamado leche de chiva
Certifico la veracidad este relato
Por José Luis Preciado
No he conocido hombre más feliz que Simón Cervera Arjona, vida simple, palabras precisas y llenas de sabiduría acumulada por años que lo hacen un conversador entrañable. Trabajó unos 40 años en la televisión local (Grupo SIPSE), allí era escenógrafo, camarógrafo, video tape, hasta pintaba y cambiada los focos de esa enorme antena; pero Simón era aún más feliz al llegar a su casa y sacar a sus chivas a pastar por horas, siguiendo la ruta del ramoneo.

Sin embargo, la ciudad se come todas las costumbres y los campos verdes, así la Díaz Ordaz y Vista Alegre se transformaron en planchas de cemento, casas, comercios. Simón tuvo que irse a la todavía rural Colonia Maya, fue de los primeros pobladores, la mayor parte eran gente como él, allí estaba un señor con su establo, otro más con sus cultivos y Simón con sus cabras, todos en sana convivencia y “lejos de la ciudad”. Fueron felices por poco tiempo, la ciudad volvió a alcanzarlos… en el inter la vida de Simón estuvo plagada de milagros.

Quizás el más significativo, fue la vez en que la chiva líder, la que va al frente del todo el rebaño, se metió en problemas al sacudir un panal de abejas africanas, -certificado por el doctor, que eran africanas-, toda la chivada se fue a los corrales a su máxima velocidad y pegando tremendos saltos tratando de esquivar los arteros ataques de las africanas, Simón las vio correr en medio del desorden y estrépito, pensó: ¿y ora que les pasará?, todas venían sobre ese camino hacia la querencia, cuando miró las causas intentó emparejarse a las chivas… mala idea, las africanas se le fueron encima: cabeza, cara, brazos, todo, cientos de ellas inyectaron con furia su veneno sobre el cuerpo saltarín y sin camisa de Simón, para eso las chivas ya habían llegado a los corrales, Simón a medio camino ya iba perdiendo altura, su cara se iba trasformando en algo parecido a un zapote negro, abejas suicidas quedaron colgadas del aguijón al cuerpo. Las cabras a los corrales y Simón al Seguro Social, en la ambulancia sus hijos, Belem, Simón Jr, Noé y su esposa Adelina, le iban arrancando agujas y dándole golpecitos contra el sueño que pudo llevarlo al túnel… Señor vive usted de milagro, -le dijo el médico que pacientemente le sacaba las agujas-. Es que yo tomo mucha leche de chiva, -con una voz casi inaudible por la lengua del tamaño de un sapo, respondió Simón-. Vomitó verde dos horas seguidas, le hicieron revisiones exhaustivas y lo pusieron en observación. Aguantó litros de veneno. ¿Un milagro o leche de chiva?

Simón Cervera Arjona
Simón Cervera Arjona

Ya antes Simón había sufrido otros accidentes: desde 12 metros de altura le cayó encima de la cabeza un enorme coco amarillo y cargado de agua, me acuerdo bien, yo le di el tirón al baja cocos y le dije: ¡Aguas, aguas, ahí viene! Él volteó hacia arriba, justo cuando el coco estaba encima de su cabeza… lo recuerdo sacando una lengua más larga que la de Gene Simons del grupo Kiss, -tan de moda en esa época-, para luego quedar con unos diez centímetros más bajo entre la arena, mareado se sostuvo en el tronco de la palmera. El golpe era para un traumatismo craneal. ¡Dénle sal, que lo revise el médico, que haga su testamento! dijeron varias voces. Simón recobró la realidad y se cagó de risa, allí lo escuche decir que era por que tomaba leche de chiva.
A la casa de Simón en la Colonia Maya iban señoras a buscar su leche de cabra, verdaderos milagros veían en sus hijos, cómo iban recuperando movimientos, salud y otros reflejos que la ciencia médica no sabía explicar, para Simón estaba más claro que el agua.

Hace poco lo volví a saludar, acababa de sufrir una trombosis múltiple, estuvo encamado cuarenta días, el médico pidió a su familia que hicieran todos los trámites de salida…despertó atado de pies y manos a una cama, lo tuvieron que amarrar para que no se desconectara los aparatos y jeringas, pidió tregua y agua; en medio del asombro, el médico le hizo varias preguntas, que contara hasta cien; Simón se sintió tonto, pero le hizo caso, contó hasta cien, allí lo detuvieron, si no se iba hasta el millón. ¡Levántese Simón! -ordenó el doctor lleno de perplejidad- ¡Llévenselo!

-Ja ja ja, todo es por haber tomado litros y litros de leche de chiva y siguen sin creer ¡qué tontos! no saben de lo que se pierden- Nos dice a todos nosotros, los que poníamos cara de poco agrado cuando nos invitaba a beber esa leche.

Quienes lo han conocido, vuelven a constatar esos milagros, a charlar con ese hombre tan lleno de fiesta, blanco de canas, andar lento, sin complejos al vestir, recordando a sus chivas locas, su sitio como pionero de la televisión en Yucatán, allá en tiempos del Primo Abraham, ya enterró a todos ellos gracias a su elixir: la leche de chiva.

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