En las pasadas dos décadas, la deforestación de los manglares ha incrementado a gran velocidad y hoy el daño a este ecosistema, esencial para la captura de carbono azul y el combate al cambio climático, es considerado más grave que la destrucción de las selvas tropicales.
En ese periodo, se ha perdido 25 por ciento de este ecosistema a escala mundial, equivalente a 5 millones de hectáreas. México pertenece a los 10 países con mayores problemas de deforestación, con una tasa promedio anual de 10 mil hectáreas, según información de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp).
En la nación se impulsó la implementación de medidas para restaurar los manglares en la Reserva de la Biosfera Pantanos de Centla y en el Área de Protección de Flora y Fauna Laguna de Términos. Se rehabilitaron 50 hectáreas del hábitat, con la limpieza de canales para ampliarlos y desazolvarlos y permitir que el agua fluya y tenga corriente.
Amenazadas, las cuatro variedades de la nación
Los bosques de manglar son uno de los ecosistemas más amenazados en el mundo, ya que se afectan continuamente por la contaminación, modificación de la hidrología y deforestación, ocasionados por la urbanización, la agricultura, la acuacultura y el desarrollo costero.
Para México la desaparición de este ecosistema sería irreparable y significaría un riesgo, ya que funcionan como protección de la población ante fenómenos meteorológicos como huracanes. Aquí hay cuatro de las seis variedades de manglar: rojo, negro, blanco y botoncillo, todas catalogadas por la norma 059 como amenazadas.
De acuerdo con información del proyecto Resiliencia, impulsado por la Conanp y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo en México para resguardar la biodiversidad de diversas áreas naturales protegidas del país, los beneficios que aporta este ecosistema es notable, ya que su conservación ayuda a mantener una gran variedad de servicios ambientales; los ecosistemas de mangle contribuyen al control de erosión, provisión de hábitats para especies de importancia pesquera, purificación de agua, fuentes renovables de madera y un alto valor estético-recreativo para actividades como el ecoturismo.
Además, brindan protección a las costas y constituyen una alternativa como estrategia de mitigación de los gases y compuestos de efecto invernadero, ya que contribuyen al almacenamiento y captura de carbono azul, reduciéndose así la vulnerabilidad de las poblaciones al cambio climático.
Por JARED LAURELES. LA JORNADA.