Por Jorge Alanis Zamorano
Hoy en día es común escuchar sobre la producción agrícola con métodos amigables con el medio ambiente y no únicamente por el tema del daño hacia el suelo, sino también entran en la conversación otros asuntos como la relación costo-beneficio y una mayor concientización de la salud de todos.
Pero, ¿qué sucede si los modelos no cambian? ¿Qué ocurre cuando se aferran a estas viejas prácticas bañadas de agroquímicos cada vez más agresivos?
Allá en la lejana Argentina, el Ingeniero Eduardo Omar Cerdá, actual Director Nacional de de Agroecología, visualiza los cambios necesarios que debemos tomar. Habla sobre los beneficios y desafíos de tomar a la agroecología como modelo de producción, ofreciendo material empírico que alienta un cambio en estos procesos, pero además subraya las ganancias en el plano económico ya que los costos de inversión bajan considerablemente para los productores.
En Colonia Caroya, perteneciente a la provincia de Córdoba, Argentina, existe un campo de 650 hectáreas que está galardonada por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), que está dentro de las 52 experiencias a nivel mundial de explotación con agroecología, la cual mantiene un rendimiento económico mayor que las producciones vecinas y poseen métodos convencionales con el uso de agrotóxicos y transgénicos. Interesante, ¿verdad?
El Ing. Cerdá expone estudios meticulosos enfocados en la salud de la población, basadas en el incremento de casos de cáncer y otras enfermedades relacionadas a químicos como el glifosato, además de la mala calidad de los alimentos que llegan como resultado de un modelo productivo enfocado exclusivamente en las ganancias que obtendrán a costa de lo que sea.
Ya no es un secreto saber que muchas de las frutas y verduras que se producen a gran escala, las cuales consumimos, tienen más de veinte agrotóxicos; en México, muchos de estos productos se siguen utilizando a sabiendas que están prohibidos desde hace tiempo en zonas como Europa. El titular argentino de Agroecología, a su vez, comparó los bajos niveles de productividad y biodiversidad en los campos donde se aplica glifosato, contra los que lograron una transformación hacia las prácticas agroecológicas, los cuales lograron reducir a cero sus costos en la aplicación de insumos.
Cerdá expone contundentemente: Nuestra agricultura es drogadicta, cada vez necesita más insumos (…) En el modelo agroecológico se pasó a la mitad de insumos: debemos aumentar la biodiversidad para achicar el problema de las plagas.
Por nuestra parte en México, específicamente en la Península, existen también personajes comprometidos en la lucha en contra de estas nocivas prácticas, como es el caso de Pedro Isabeles, Fernando Poblano, Jazmín Díaz, organizaciones como la Junta Intermunicipal Biocultural del Puuc, y muchos más protagonistas atentos al cambio y trascendiendo positivamente en su manera de actuar, sumando gente a su paso que se empapa de sus conocimientos para posteriormente aplicarlo en sus granjas, ranchos, hortalizas, apiarios, y más.
¿Cuándo van a sumarse al 100% las autoridades? A nivel municipal, pero sobre todo al estatal y federal, es momento de dar pasos decisivos, fuertes y contundentes. Necesitamos romper la dependencia a estos químicos, ya que nos traerá múltiples beneficios en áreas como la salud, economía y medio ambiente, pero además recuperaremos un poco de lo que hemos perdido y dañado.
La petición es clara: no se está en contra del progreso económico, pero sí en contra de dañar nuestro presente y nuestro futuro en este planeta.