En las primeras horas del 22 de septiembre de 2002, el huracán Isidoro tocaba tierra en la Península de Yucatán; la víspera al menos 68 mil pobladores de la zona costera, incluido el poblado de Dzilam de Bravo, habían sido evacuados debido a que se preveía como uno de los meteoros más peligrosos de los últimos años para la región. Los pronósticos fueron acertados, aquella noche la economía de Yucatán se vio afectada, de acuerdo con cifras gubernamentales, en más de 5 mil millones de pesos.
La infraestructura turística y pesquera no fueron las únicas pérdidas, aquel día el huracán Isidoro destruía dos años de trabajo realizado por un grupo de investigadores del Cinvestav Mérida en la comunidad de Dzilam de Bravo, donde habían establecido, junto con un grupo de pescadores, un área de cultivo de macroalgas rojas del grupo de las Eucheumatoides, especies con potencial de explotación industrial.
“La Eucheuma es una macroalga marina de las costas en la Península de Yucatán y su principal interés comercial se debe a que a partir de ella obtienen un subproducto llamado carragenina, el cual es empleado en la industria alimenticia como gelificante, generador de viscosidad o emulsificante”, comentó Daniel Robledo Ramírez, investigador del Departamento de Recursos del Mar y principal responsable de aquel proyecto.
De hecho, actualmente el mercado global de la carragenina se estima en 825 millones de dólares, al emplearse como aditivo de embutidos para retener agua, en la panificación su uso ayuda a brindar consistencia a rellenos base crema en pastelillos; incluso se emplea en dentífricos con la intención de dar consistencia y en la industria láctea con batidos de sabores como emulsificante.
De ese mercado fueron excluidos los pobladores del Dzilam de Bravo tras la pérdida de la infraestructura y de la cepa del alga seleccionada para el cultivo durante el paso del meteoro; pero tras dos décadas de ese suceso el proyecto presenta nuevos bríos.
Gracias al apoyo del Gobierno del Estado de Yucatán, el interés de una empresa internacional, de los pobladores y, sobre todo, de la constante investigación realizada en Cinvestav Mérida en torno al alga, se ha podido replantear el esquema de cultivo de esta alga roja.
“Nosotros (el Laboratorio Ficología Aplicada del Cinvestav Mérida) comenzamos a estudiar las algas en 1994 en la Península de Yucatán con el fin de identificar aquellas con un potencial económico. Extrajimos compuestos, exploramos su rendimiento y calidad con la intención de seleccionar cepa óptimas que se pudieran emplear en el cultivo y aprovecharlas. Pero cuando perdimos el ejemplar de 2002, volvimos a realizar los análisis e hicimos una nueva prospección y ‘domesticación’ de la especie de alga seleccionada”, comentó Robledo Ramírez.
Para “domesticar” esta alga roja los investigadores debieron identificar en qué condiciones aumenta la producción del compuesto y cómo se reproduce, a fin de entender qué factores ambientales, como temperatura, irradiación lumínica y concentración de nutrientes, inducen una mayor producción.
“Estas especies no producen semillas, ni tienen raíz o flores, entonces el concepto es algo más sencillo; toda la planta tiene el potencial de reproducirse tanto asexual (generando esporas o por fragmentación), como sexualmente (con gametos). Contemplando esos mecanismos, seleccionamos cepas estériles sin esporas ni gametos, sino que se reproducen vegetativamente por fragmentación sin invertir su energía en la reproducción sexual, de esa manera aseguramos que todos los recursos del organismo se enfoquen en producir biomasa, es decir obtener mayor carragenina”, indicó el investigador.
Una vez recuperada la cepa, se presentó un proyecto al gobierno local, y tras el interés mostrado por el sector privado, en específico una empresa chilena que explota la carragenina, se decidió convocar a comunidades del estado para identificar posibles partícipes. Por ahora son 71 pescadores interesados en participar en el nuevo proyecto, aunque ese número puede incrementarse a partir de la moratoria de la pesca de ciertas especies, lo que representa una oportunidad alternativa para las comunidades locales pesqueras en beneficio de su economía.
“Nuestro compromiso es capacitar a los pescadores en el cultivo de algas, ofrecer la biomasa inicial (cepa de algas), mientras el gobierno facilita insumos y mecanismos para consolidar una cooperativa en un máximo de dos años. Además, ahora el Cinvestav cuenta con una estación marina en Telchac, donde en caso de presentarse un evento meteorológico, podemos resguardar la cepa. Estamos mejor preparados”, concluyó Daniel Robledo Ramírez.
Fuente: Imagen Agropecuaria