Integrar a la sustentabilidad el conocimiento rural y campesino, propone.
Urge en el país políticas públicas que consideren las experiencias de grupos locales en el cuidado del medio ambiente, afirma
CIUDAD UNIVERSITARIA. Para detener la destrucción de la biodiversidad del país, una de las más grandes y variadas del mundo, se necesita integrar a la sustentabilidad el conocimiento rural y campesino, escuchar a las personas del campo que tienen saberes ancestrales para convivir con sus ecosistemas y medio ambiente, así como apoyarlos con conocimiento científico, planteó José Sarukhán Kermez, investigador del Instituto de Ecología (IE) de la UNAM y coordinador nacional de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO).
Afirmó que hace 200 años, durante la Independencia, la biodiversidad del país era “mucho más integral, más completa, con muchas más especies que hemos perdido particularmente en los últimos 60 a 70 años por dos cosas: la presión humana, que fue un resultado del crecimiento poblacional intenso que hubo desde 1960 y 1970 (donde casi se triplicó la población), y la falta de entendimiento del daño que algunas políticas públicas estaban generando sobre nuestros recursos”.
Había muy escasa información sobre los recursos naturales que teníamos como país y había algunos esfuerzos como los jardines botánicos, sitios para preservar, conservar y propagar las especies endémicas. Por ejemplo, el Jardín Botánico de la Ciudad de México se fundó en el régimen colonial en 1788, pero se mantuvo activo después de la consumación de la Independencia en 1821.
Aunque a inicios del XX hubo personajes como Miguel Ángel de Quevedo y Zubieta, ingeniero e investigador mexicano que dedicó gran parte de su vida al estudio de la flora y es considerado “el apóstol del árbol” por su labor de reforestación de zonas dañadas, se estima que los esfuerzos de conservación fueron aislados y no integrados a las políticas públicas desde entonces.
Sarukhán Kermez recordó que en la década de 1970 hubo un Proyecto Nacional de Desmontes, es decir, el gobierno estaba impulsando desmontes por el país los cuales no estaban apoyados con recursos económicos para producir más y mejores alimentos, simplemente se impulsaba tirar la selva o el bosque. “Así se acabó la mayor parte de la selva de los Chimalapas, en parte de Veracruz, Chiapas y Tabasco, y ahora solo queda un reducto en Oaxaca”, señaló.
Han seguido programas de no control de la frontera agrícola, que se fue abriendo para resolver problemas de tipo político. “Pero eso cambió muy fuertemente al final de la administración pasada, cuando el entonces titular de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT), Rafael Pacchiano Alamán, consiguió que en la Ley de Desarrollo Forestal Sustentable se estableciera que no se pueden dar subsidios agrícolas para predios que estén ubicados en áreas prioritarias de conservación. “Eso está en la ley, y si se está haciendo, es ilegal”, señaló.
Consideró que el crecimiento poblacional, políticas de desarrollo que no están fundamentadas en el conocimiento de los recursos y un cambio en las formas de consumo de alimentos, distorsionadas por publicidad de alimentos preparados e industrializados, han tenido enormes costos, por ejemplo, al llegar a los primeros lugares en obesidad.
El ecólogo advirtió que una de las principales amenazas para la biodiversidad es la sobreexplotación de recursos, además de la destrucción de ecosistemas, contaminación, cambio climático y comercialización de especies exóticas.
Para proteger la biodiversidad en México, recomendó continuar con la promoción de la inversión gubernamental y privada en proyectos de conservación y sustentabilidad con el respaldo de las comunidades originarias y cercanas a los sitios donde habitan las diferentes especies.
De acuerdo con cifras de la SEMARNAT, México es considerado un país megadiverso, con aproximadamente 10 por ciento de las especies que existen en el planeta (incluidos los grupos de anfibios, aves, mamíferos y plantas vasculares).
En nuestro país aún existen ecosistemas, pero en varias zonas sobreviven solamente reductos de ellos, por lo que considerar a las comunidades campesinas es fundamental para aplicar conocimiento antiguo al cuidado de la biodiversidad, estimó José Sarukhán.
“Desde tiempos ancestrales, los que tenían la información de lo que había de recursos y cómo se usaban eran las personas que vivían en las áreas rurales, la gente que vivía de y en los ecosistemas, pero eran ignorados, nadie les hacía caso ni los incluía en proyectos de desarrollo. Hemos tenido muchos errores”, aseveró.