Por Jorge Alanis Zamorano
No es lo mismo vender que hacer negocio, es decir, producir con tanto esfuerzo para quedar a disposición del coyotaje, abaratando los precios y dejando al productor con pérdidas, esas fueron las palabras de Alfredo Ríos Urcelay, quien se encuentra al frente del Consejo Estatal de Productores de Chile Habanero (CEPROCH), para platicar acerca de cómo a pesar de las calamidades que nos han dejado las inclemencias del clima en la Península, ellos no han bajado la guardia.
Nos comenta que los avances están claros y que no pueden quedarse esperando apoyo gubernamental. Su visión es la de cambiar la perspectiva negativa del momento por algo más alentador, afirma que debemos cambiar de una situación de confort a seguir avanzando, apostando a la calidad del producto y la transformación del chile habanero, es decir, no dejar de mirar los mercados extranjeros y sus respectivas certificaciones.
Haciendo un análisis y viendo los cambios drásticos tanto en México como en el resto del mundo, Ríos Urcelay afirma que el adaptarnos dependerá mucho de la visión de negocio que tengamos en mente:
Mucha gente no toma en cuenta que en los tiempos donde la producción se desploma es cuando hay oportunidad de ganar un poco más de dinero, el detalle está en que dicho desplome viene porque la mayoría de los productores se quedaron fuera por diversos motivos, ya sea por una virosis o porque ya cumplieron su ciclo, y es en esos periodos de tres a cuatro meses donde pocos agricultores hacen de esto un negocio.
¿Hay algún apoyo para el campo además de los gubernamentales?
Hoy día existen apoyos internacionales importantes para México y es ahí donde debemos aprender a capitalizar. Anteriormente cuando los productores primarios recibían algún recurso lo utilizaban para darse sus lujos y por ende no veían resultados en su siembra, pero hoy la mentalidad está cambiando. Si en el ámbito internacional están interesados en apoyar a México es porque tenemos potencial para producir, pues tenemos todo para ser potencia alimentaria. Por ejemplo, en los últimos años se le ha dado un fuerte impulso al café de Chiapas apostando por los más altos niveles de calidad que se exigen internacionalmente, y donde se comercializa directamente con los productores, sin intermediarios.
Asimismo, Ríos Urcelay lamenta que mucha gente del sector (en todos los niveles) se quede en su zona de confort, y pone como ejemplo lo que están realizando en el desierto de Sahara, donde en un suceso histórico están logrando producir hortalizas y muchas otras cosas más.
¿Cuál es la propuesta que ustedes hacen?
Mayor control de calidad a través de la certificación. En nuestro caso, hablando de la Denominación de Origen, ya conseguimos la Norma Oficial Mexicana, ya tenemos su revisión, una unidad de verificación, un Consejo Regulador de Chile Habanero de la Península de Yucatán que, quieran o no, está trabajando porque tiene las relaciones suficientes como para empezar a fungir como tal.
¿Y qué los detiene?
Que el único laboratorio debidamente certificado está en Jalisco. Tenemos uno aquí en Yucatán (ubicado en el Parque Científico), sin embargo, a pesar de los millones de pesos que costó, aún no está certificado, y pasa lo mismo con otros que también están en la entidad: son los mejores laboratorios y muy bien equipados, pero sin certificación, y es ahí donde todo se traba.
Ante las críticas que pueden recibir estas certificaciones, Ríos Urcelay señala que la dura realidad es que el mundo no le tiene confianza a México, por lo que debemos comprobarles a través de sellos que el producto que les estamos vendiendo es saludable.
¿Y qué opina de la etiqueta “Calidad de Exportación”?
¡Es el colmo! Es un término que yo estoy tratando de expulsar por completo, al menos en las capacitaciones donde participo; y es que nos quieren vender la idea de que los mejores productos son los que tienen dicha etiqueta, ¡ah, caray! ¿Y los mexicanos? Hay que eliminarla, la calidad no debe depender de la exportación, yo como productor me he comprometido a homologar la calidad pues en México también tenemos derecho a comer bien. Al producir bien cuidamos nuestra salud, la del que maneja el producto y, naturalmente, la del consumidor, además de la posibilidad de hacer un mejor negocio. Todo está en la mesa, es cuestión de ponernos las pilas.