Por José Luis Preciado
Fotografías cortesía de Ricardo Ascencio
La visión del Ing. Ricardo Ascencio Maldonado se trepa a una montaña y ve más allá de la parcela que hoy cultiva en Ticopó, municipio de Acanceh; esta abarca a todo el país y sabe que la soberanía alimentaria empieza con el cultivo del campo, el que México sea autosuficiente, que todos tengamos que comer.
En Ticopó estamos sembrando por goteo: Chile habanero, xcatic, calabacita, pepino y rábano; con buenos resultados en el cultivo de hortalizas en una o dos hectáreas. Al suelo le faltan nutrientes, nosotros lo apoyamos con sustrato composteado, comenta el Ing. Ascencio.
El yucateco, Ascencio Maldonado, es Ingeniero Agrónomo y Administrador egresado del Tecnológico de Monterrey, por ello, cuando platicamos sobre el campo, se le humedecen los ojos, su mirada se pierde en los surcos y en las tierras que precisan de buena voluntad; frescas y nuevas manos que entren a trabajar la tierra: ¿Dónde está ese relevo generacional?, respira profundo y comparte su credo, “El campo es un acto de amor”. No habría nada más que agregar a esta expresión, salvo que apliquemos una buena dosis de realidad, que hagamos un ejercicio de autocrítica a unas políticas públicas ajenas a la producción rural.
¿Apoyos o subsidios?
Más que subsidio el campo requiere apoyo, acompañamiento, asistencia técnica, cercanía…
Muy poco que presumir desde los gobiernos…
Los pocos ejemplos de éxito son privados; y sí, son muy exitosos pero fríos, además, muchos de sus cultivos vienen apalancados por bancos y el mismo gobierno que a ellos, a los grandes, si apoya. Allí están Kekén, Bachoco, Maseca, entre muchos otros ejemplos de empresas agrícolas que sustentan esos apoyos con la idea -parcialmente cierta- de que son fundamentales para que el mexicano coma; incluso, gozan de exenciones fiscales, liberación de aranceles y todo tipo de consideraciones para producir y vender.
La soya, por ejemplo, te habla de extensiones muy grandes, allí el que produce se tiene que sujetar al comprador, de lo contrario hay quiebra, y si no se tiene el control adecuado del cultivo y paquete tecnológico se convierte en plaga. Allá por Tekax, en Valle del Sur, se cultiva en grande y los dueños de esas tierras compran todo alrededor justo para evitar que les siembren soya y sean susceptible a las plagas.
¿Y el maíz transgénico?
Lo que es no saber… El maíz transgénico lleva años en México, con este se hacen tortillas, se alimenta a los animales y se elaboran otros alimentos. No estamos de acuerdo con la satanización del maíz transgénico porque supongamos que lo sacamos del país, ¿qué vamos a comer?; el maíz criollo es insuficiente y se cultiva muy poco. Hay deficiencia en la producción de granos, maíz, sorgo, trigo, todo. El grano es a los seres vivos, lo que la gasolina a los coches.
Entonces ¿dejamos de lado a los grandes, que por cierto, siempre se terminan comiendo a los chicos, incluso, los dejan sin su mayor patrimonio que es la tierra; entonces, qué nos queda a los pequeños?
Nos queda la esperanza de que un gobierno sensible entienda las necesidades del campo. Las políticas del gobierno deben cambiar, ¿por qué le cargan la mano al que quiere invertir?; toda la ruta para producir es carísima: la preparación de la tierra, permisos, semillas, mano de obra, maquinaria, tarifa eléctrica… Resulta que cuando sacas costos, ya están liquidado y aún no empiezas. Si en México el campo no es considerado como una actividad prioritaria así como la salud, educación y seguridad, entonces no estamos entendiendo nada, no se está invirtiendo nada… peor aún, nos hacen creer que “Sembrando Vida” es la ruta del campo.
Ricardo Ascencio tiene las manos curtidas
No soy agricultor sacado de la manga; hemos producido sorgo y soya en Balancán, Tabasco; allí los suelos son preciosos a la orilla del fértil río Usumacinta, muy parecido al Yangtsé, el río más importante de China y prioritario en los cultivos asiáticos. Luego, en Campeche, con Jacobo Xacur de Hidrogenadora Yucateca, hay experiencia acumulada en la que buscamos hacer escuela y legar a los nuevos jugadores.
Además, es real: el campo se está quedando viejo. Se precisa de mucho sacrificio; uno tiene que invertir, tomar el riesgo, y los bancos no se tocan el corazón porque ellos cobran… hasta se hipoteca la propiedad. Es increíble que sea más fácil y barato hipotecar una casa que el crédito para el campo. Si las familias tuvieran oportunidades en el campo, la gente no se iría a la ciudad o fuera del país. Si es negocio producir ¿por qué me iría a otro lado? La estrategia para que la gente no se vaya a las ciudades es hacer productivo el campo, que sea negocio para vivir de ello.
¿Qué hace de regidor del Ayuntamiento de Mérida?
Busco ser muy cercano y útil en la presidencia de la Comisión de Comisarías. Allí aplicamos, tocamos puertas, visitamos a la gente en sus casas y los apoyamos de forma directa con el conocimiento del campo en el marco del Programa Municipal “Círculo 47”, a los pequeños productores, criadores de cerdo, aves de patio, cultivo de hortalizas, flores, etcétera. Esto fortalece los sistemas alimentarios y sostenibles de los habitantes de las 47 comisarías de Mérida.