A medida en que más y más países adoptan políticas de control y confinamiento para contener la nueva ola de COVID-19 que ha marcado este inicio de año, existe el riesgo de que el suministro de alimentos se vea afectado. Tenemos muchas formas de evitar ese riesgo, en primer lugar adoptando medidas concertadas a nivel nacional e internacional.
Por Máximo Torero
Al comienzo de la pandemia asistimos a algunas interrupciones en el transporte, debido a cierres de puertos, servicios aéreos y también a causa de la reducida movilidad de la mano de obra. Afortunadamente, a lo largo de estos dos años, hemos podido comprobar que los estantes de los supermercados han estado siempre bien surtidos, pero las presiones debidas a las nuevas variantes y al incremento de los contagios y a las consecuencias de la pandemia están empezando a afectar a las cadenas de suministro, como sucede con la ralentización del transporte marítimo.
Las interrupciones, en particular en el sector de la logística, podrían tener consecuencias en los próximos meses. Este problema se debe por un lado directamente a la pandemia pero por otro lado a la reactivación de la economía mundial que ha llevado a una mayor demanda de transporte y por consiguiente el costo del mismo junto a un fuerte incremento en los precios de la energía. Por el lado de la pandemia, los gobiernos están lanzando campañas a gran escala contra el coronavirus y para mitigar la crisis económica, pero lo que resulta menos evidente es la importancia de que en los planes de choque se incluyan medidas destinadas a disminuir las perturbaciones en los servicios de transporte y en las cadenas de suministro alimentario. Las cadenas de suministro forman una compleja red de interacciones en la que participan productores y trabajadores agrícolas, insumos clave como fertilizantes, semillas y medicamentos veterinarios, plantas de procesado, transporte de mercancías, minoristas y otros. La pandemia pone esas redes a dura prueba, por lo que, para evitar la escasez de alimentos, hay que hacer todo lo posible por mantenerlas intactas y funcionando de manera eficiente.
Hoy día, de hecho, a pesar de las vacunas, las nuevas variantes del virus están haciendo que algunos países hayan vuelto a endurecer sus medidas de movilidad, especialmente la internacional, y también la movilidad de los alimentos y de insumos esenciales para la agricultura. En el caso de los insumos, esto se está viendo exacerbado por el incremento de los precios de energía que tiene su correlato directo en el costo de los fertilizantes, insumo esencial para la producción agrícola.
Considerado que los precios de los alimentos están en niveles muy elevados, situándose en diciembre en un 23,1% más que en diciembre de 2020 tal y como registra el Índice de Precios de FAO, así como el aumento del precio de la energía y el aumento de los precios del transporte de las materias primas de alto valor, ya estamos enfrentando en muchos países niveles altos de inflación y también de inflación alimentaria.
En estos momentos tan difíciles, deberíamos por tanto endurecer los protocolos sanitarios en las cadenas de valor agro-industriales pero sin frenar de ninguna manera la movilidad de los alimentos ni de los insumos clave. Las consecuencias podrían ser extremadamente graves en un mundo donde ya 800 millones de personas pasan hambre y 3.000 millones de personas no tienen acceso a dietas saludables (FAO, SOFI 2021).
En suma, el comercio internacional de alimentos y de insumos de producción agrícola no puede verse frenado si no queremos empeorar las estadísticas del hambre en el mundo y especialmente de los países que hoy en día viven situaciones de emergencia alimentara. Una de cada cinco calorías que se consuman a nivel mundial ha cruzado al menos una frontera y más de un tercio de la exportaciones agro-alimentarias son parte de las cadenas globales que involucran por lo menos tres países (FAO, SOCO 2020). Los países de ingresos bajos y medios abarcan cerca de un tercio del comercio mundial de alimentos, lo que contribuye de forma muy importante a los ingresos de sus poblaciones. Más aun los países con mayores índices de hambruna son aquellos donde existe oferta insuficiente de los grupos de alimentos necesarios para poder tener acceso a dietas saludables.
Asimismo, es fundamental garantizar la seguridad de los trabajadores del sistema alimentario. Las soluciones para salir de la crisis sanitaria sin desencadenar una crisis alimentaria pasan por aumentar los protocolos de salud y vacunación de los nodos centrales de la cadena de valor alimentaria a la vez que se deben evitar cierres y restricciones al transporte de alimentos y optimizar la automatización de la movilidad de los alimentos, apoyando financieramente de manera temporal el aumento necesario de los estándares de seguridad sanitaria de todos los sectores involucrados y facilitando el comercio nacional e internacional de alimentos.
.-Con información de El Universal