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Jaiba bondadosa: la oportunidad de la ría

Especial Rural MX

La ría Celestún es un espacio de riqueza natural, un sitio popular de congregación de los emblemáticos flamencos y hogar de cuerpos de agua cristalina colmados de fauna acuática. Es ahí, donde con asombro, la familia Gómez Nah ha visto brotar una nueva oportunidad: un regalo escondido que hasta hace unos años ellos desconocían.

Con entusiasmo, el joven de 16 años Ángel Gómez junto a su hermana Monserrat, de 19, y en compañía de sus padres, doña Noemí y don Néstor, han vuelto la pesca y comercialización de la jaiba un modo de vida.

Al platicar con Ángel y Monserrat, nos comentan que Celestún es un pueblo dedicado principalmente a la actividad pesquera, por lo que la competencia es amplia y las ganancias pueden ser mínimas; por ello, el plan inicial para ambos hermanos era salir de Celestún y encontrar mejores oportunidades de crecimiento en algún otro sitio.

Luego de observar el mundo de posibilidades que se abría ante sus ojos con la pesca de la jaiba suave, decidieron echar la moneda al aire y ver hasta dónde los llevaba este nuevo camino que en sus vidas aparecía. Así, Monserrat y Ángel aprendieron a pescar desde muy jóvenes, gracias a las enseñanzas de su padre que los llevaba a la ría y, en ocasiones, al mar.

En una de esas travesías conocieron el arte de la pesca de jaiba, pero fue después de varios años que la familia Gómez encontró en ella una oportunidad de negocio. Con la ayuda de sus padres y de la Secretaría de Pesca y Acuacultura Sustentables de Yucatán (SEPASY), iniciaron este nuevo proyecto el cual, describen como un sistema riguroso que sigue estrictos parámetros de control de calidad para garantizar el mejor producto del mercado.

Por un lado, los pescadores transportan a la cooperativa las jaibas recién capturadas para ser depositadas dentro de estanques con agua inocua y filtrada. Es importante revisar periódicamente que el agua esté en las condiciones óptimas ya que de ahí dependerá el éxito de la producción.

Antes de ser colocadas en sus respectivas tinas, las jaibas son seleccionadas de acuerdo a su estado de madurez: adultas y jóvenes.

Una vez que la jaiba o el organismo –como nosotros le llamamos-, se encuentre dentro de la tina, se espera entre 2 a 3 días para que el animal se desestrese, comenta Monserrat. Durante la espera, se puede observar cómo gradualmente el color del exterior de la jaiba va cambiando y luego de 21 días muda de caparazón; al quedar la piel expuesta, la textura del organismo es más blanda y de ahí surge el nombre de la jaiba suave.

Cuando la jaiba se desprende de su caparazón, el animal es medido y pesado para llevar el registro pertinente. Luego, el producto es emplayado y congelado para su futura venta a restaurantes gourmet, como sus clientes principales, y al público en general.

Actualmente la cooperativa tiene 20 estanques y cuentan con el apoyo de más de 15 pescadores locales a los cuales se les asegura una fuente de ingreso económico constante.

Doña Noemi Nah nos platicó un poco más acerca de los precios de la jaiba, los cuales oscilan entre los 150 pesos el kilo, el ejemplar vivo tiene un precio de entre 70 y 75 pesos, mientras que la pulpa o carne cuesta alrededor de 400 pesos y el precio de la jaiba suave completa está entre los 500 y 600 pesos, dependiendo de la medida.

Para finalizar, Ángel enfatiza que con la ayuda de la Secretaría de Pesca y Acuacultura Sustentables de Yucatán (SEPASY), hemos construido este proyecto, y a la par, nos han ido enseñando nuevas cosas que nos permiten perfeccionar nuestros procesos. Además, queremos seguir ayudando en este negocio familiar, y lograr ser una gran fuente de empleo para muchas más personas.

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