Amigable con el medio ambiente
Por Jorge Alanis Zamorano
En la frontera de Mérida, Yucatán, asoman unas palmeras típicas de la costa, mismas que hoy día refrescan con sus frutos a los asoleados clientes de don Francisco. Él además ofrece jugosos limones que vende a un restaurante, y ahora también en Slow Food, donde las ganancias han aumentado sin incrementar sus precios.
Como don Francisco, los habitantes de la comisaría de San Antonio Tzacalá interactúan y absorben los conocimientos que Pedro Isabeles (Consultor Internacional en Agricultura Sustentable) les otorga, entre ellos se organizan y al final, todos se conocen y comercializan juntos chile habanero, tomate rojo, limones y cocos que llevan hasta sus clientes, que cada día son más.
Durante el recorrido en sus áreas de trabajo mostraron su biofábrica, donde llevan un trabajo de más de cinco meses en el que aprendieron a fabricar productos orgánicos con los que fertilizan sus cocoteros, que ahora están dando más cocos que antes. Aprendieron a podar y abonar sus árboles de limones, por lo que hoy día tienen un enorme aumento de producto para la venta. También fertilizan chile habanero con resultados de gran éxito, entraron a la producción de tomate rojo y aprendieron la producción escalonada, que les da la oportunidad de tener cosechas durante todo el año.
No respirar nada que les ocasione un daño en el futuro
Los productores aseguran que la biofábrica está funcionando bien, los cambios los han visto en los cocos que tienen para la venta en el mercado. La diferencia, dicen, es mayor ahora que no están utilizando nada de químicos, pues se sienten contentos de llegar a su centro de trabajo y no respirar nada que les ocasione un daño en el futuro.
¿Los costos son los mismos?
“Ya no, pues se gastaba más comprando productos que cuestan de $1,000 hasta $2,500 el litro; ahora la melaza es mucho más económica y las hojas que utilizamos no cuestan nada más que acumularlas. Todo esto nos beneficia grandemente”.
Nos llevaron a su centro donde sembraron chile habanero, ellos aseguran que con las nuevas técnicas la mata no solo crece más rápido, también es más el fruto que recolectan, además de que no están contaminando. De igual manera, Pedro Isabeles nos mostró el procedimiento escalonado para producir tomates todo el año y así, no quedar mal con sus clientes.
Sin duda, otra manera de ver lo que sucede a las afueras de Mérida, donde Pedro asegura que con el constante apoyo y capacitación, el cinturón de Mérida alimentaría a su población con productos frescos que además estarían al alcance de todos por la cercanía con los nuevos fraccionamientos, lo que llevaría al crecimiento y aseguramiento económico de dichas comisarías.
¿Qué debe suceder entonces?
No dejar este proyecto de Círculo 47 como algo meramente burocrático, como un proyecto que al principio suena bastante bien y con el paso del tiempo se corrompe, desaparece o termina con nuevo nombre. Al contrario, ponerle un candado y darle continuidad.
Las afueras de Mérida deben ser productoras de alimentos, deben mantener su verdadera vocación rural.