#MemoriaAnáloga
Los paisajes de cuentos de hadas sí existen, sólo que sin criaturas fantásticas o espíritus místicos que únicamente el viento, el agua o los árboles logran percibir; no, eso queda para los libros de los Hermanos Grimm.
En su lugar hay milpas colmadas de sabiduría con verdes hileras de cultivo; flora y fauna salvaje que pasea -y en algunos casos “zopilotea”- los sembradíos; y en medio de todo esto, están los milperos que se encargan de custodiar este agreste ecosistema: un monumento a la identidad de las comunidades agrícolas y un legado milenario en constante estado de preservación.
Los milperos, o productores de maíz, son los “magos” de este panorama tangible. Se encargan de cuidar los campos y cosechar el maíz, ya que para ellos, es mucho más que un producto: es una forma de vida, una garantía alimentaria y una conexión con sus raíces ancestrales.
Aunque, es importante destacar que el maíz debería ser un tema que nos interese a todos; esto porque es el alimento más importante de la gastronomía mexicana. Forma parte de la cultura antigua del país, y su presencia en la dieta de los mexicanos data a miles de años atrás.
Por lo tanto, la relevancia del maíz para el país y para los milperos no se limita a su valor cultural y sentimental, sino que también es una fuente de seguridad y soberanía alimentaria.
Pues he aquí la historia verídica del grano sagrado; que sin necesidad de rendirle culto ahora conoces la trascendencia de su consumo que, además de promover la economía comunitaria, impulsas la preservación de las milpas y sus frutos: el legítimo paisaje de “cuento de hadas” del entorno real.
Por Ana Laura Preciado