Por Ana Laura Preciado
Hablamos mucho de nuestra infancia; de esta siempre nos preguntamos: ¿Cómo el tiempo pasaba tan rápido cuando se era pequeño? Otros temas frecuentes asociados a la niñez es hablar de cuáles eran nuestras actividades preferidas para divertirnos o también quiénes eran nuestros mejores amigos.
La niñez es una etapa sustancial y casi siempre entrañable; probablemente, si la imaginas, puede ser algo parecida a la mía, a la de tus amigos, tus vecinos, o tus más cercanos. Sin embargo, más bien son realidades similares, pero no exclusivas.
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La infancia tiene muchas variables, factores, interpretaciones y escenarios que marcan una gran diferencia entre tu niñez y la de un pequeño que creció cerca de la costa, o la de una niña que convivió con paisajes gélidos u hostiles; o la de un par de hermanos que nacieron en una gran ciudad.
Pero dejémonos de realidades dispares. Aquí queremos conmemorar a la niñez que creció acunada por la naturaleza: amigos y amigas del suelo, del mar, de las plantas, y de los animales; una niñez que observó de cerca las bondades de la tierra y la rudeza que implica el trabajo de campo. Desde pequeños sus padres y abuelos han sido sus más grandes maestros y poseedores de saberes; el campo es el salón de clases.
Sin romantizar la niñez en un escenario rural, las niñas y niños retratados en esta edición aprendieron a interactuar en armonía con su entorno. Construyeron y forjaron conocimientos empíricos que forman parte del aprendizaje habitual y que, mezclado con los estudios escolares, se han sumado a la cotidianidad del campo. Algunos trabajan la siembra, otros juegan en ella, otros más ayudan en casa… todo por cariño a la tierra o por amor a la familia.
Estos son algunos pequeños héroes y heroínas. A ustedes y a toda la infancia yucateca, nuestra mayor admiración e infinita gratitud.
#EdiciónRuralMX