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Los perros yucatecos: Los verdaderos compañeros de siesta en las hamacas

Por Ana Laura Preciado

No se cómo ni cuando pasó, pero un día mi perrita pidió subirse a la hamaca conmigo. Con reticencia la abracé y acosté sobre mi pecho para acurrucarme con ella, pero sucedió lo que temía: no aguantó mucho tiempo porque por su desesperación de librarse de mis garras, terminó enredando las suyas en los hilos.

Mi pobre hamaca, ahora deshilachada, nos escupió a ambas al suelo para seguir jugando y conviviendo; en realidad, durante estos tiempos de calor abrasador, el piso de la casa es el lugar más frío que existe, así que al final de ese día, mi perra, la hamaca y yo salimos ganando.

Pero la hamaca es un modo de vida, un hábito, un costumbrismo yucateco que por décadas hemos acuñado y transferido de generación en generación; desde muy pequeños nuestras cunas son prácticamente hamacas con amarres a los costados, para evitar una desafortunada caída. 

A lo largo de los años, nuestra existencia yucateca viene acompañada siempre con una hamaca y ahora los perritos se han sumado a esta tradición… Ya que lo pienso mejor, es posible que mi mayor confidente en esta vida sea la vieja hamaca rosa de mi cuarto y mi sonriente perrita malix

En la actualidad, mi perrita es mi más grande compañía, y asumo que por verme una vez más tan plácida y relajada durmiendo en una hamaca, fue que pidió nuevamente subirse conmigo. En esta segunda ocasión se permitió descansar y creo que experimentó tanta paz que se durmió.

Últimamente la perrita corre hacia mí cada que me ve en la hamaca, hasta que llegó la ocasión en que ella, por decisión propia, pidió subirse, aunque yo no estuviese en ella.

Hoy ya no es el suelo, ni el sofá, o siquiera la cama, es la hamaca el sitio predilecto de mi perrita y un espacio seguro, fresco y confortable. Es impresionante que las estampas yucatecas de los bebés, jóvenes y adultos, conviviendo y durmiendo en una hamaca, ahora haya traspasado hacia los perros, gatos y tanta mascota tenga uno viviendo en casa.

Pensándolo bien, la presencia de mi perrita, y de cualquier animalito doméstico en la hamaca, va más allá de una mera coincidencia. Simboliza el estrecho vínculo entre los seres humanos y los animales, una relación que se entreteje con nuestra cultura. Los perritos yucatecos, con su efervescencia, han encontrado en cientos de yucatecos, una verdadera familia, y en las hamacas de sus dueños, unas inesperadas pero acogedoras camas voladoras de descanso y bienestar. 

Al observar a mi perrita gruñir suavemente para llamar mi atención y subirla a la hamaca, sé que ha llegado la hora de tomar una larga y tendida siesta.

Para Yucatán la hamaca, y para los yucatecos… una buena siesta, y a nuestro lado un fiel malixito.

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