Por Heriberto Rodríguez* para El Economista.
El 25 de septiembre de 2015, los 193 Estados miembros de las Naciones Unidas aprobaron la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, un esfuerzo multilateral dividido en 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para combatir los problemas más apremiantes de la humanidad y poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar que todas las personas gocen de paz y prosperidad para 2030.
Esta Agenda Mundial pone su principal enfoque en la cooperación y la interseccionalidad para combatir el hambre y la pobreza, especialmente en la agricultura, pues la manera de funcionar de los sistemas agroalimentarios y la forma de consumo impactan directamente en la salud de las personas y del planeta.
En el marco del Día Mundial de la Alimentación, que se celebra cada 16 de octubre, me parece importante destacar que la inversión en agricultura sostenible es vital para lograr el alcance de múltiples ODS, ya que es una de las actividades más importantes, no sólo para combatir el hambre, sino también en la reducción de impactos ambientales por el uso de recursos, cuidado del agua, del suelo y la reducción de gases de efecto invernadero.
Como individuos, pocas veces pensamos en todo lo que hay detrás de los alimentos que consumimos. Conocerás tal vez el famoso jingle de una de las marcas de Grupo Herdez: “Estaban los tomatitos, muy contentitos, cuando llegó Del Fuerte y los hizo puré”. Bueno, pues lo que hemos buscado es que esos tomatitos, elotes, chiles, cebollas y demás materias primas que utilizamos en nuestros productos, efectivamente, estén “contentitos”, sabiendo que fueron producidos de manera sustentable.
Para una compañía como Grupo Herdez, que desde hace más de 100 años cuenta con la confianza de millones de mexicanos para todo tipo de productos alimenticios a las mesas de los hogares mexicanos, es una prioridad desarrollar procesos de consumo y distribución responsable, que respondan a las exigencias no sólo de sus consumidores, sino de una agenda global para garantizar la permanencia de sus operaciones, la calidad de vida de las personas y comunidades, así como la conservación de los recursos del planeta para generaciones futuras.
Sin embargo, es evidente que para lograr tan ambiciosos objetivos los esfuerzos individuales no son suficientes. Por ello, es fundamental involucrar a la cadena de valor en acciones y compromisos que sumen a esta visión de sustentabilidad.
A través del programa de Sustentabilidad Agrícola, en Grupo Herdez hemos logrado esto a través de la capacitación de nuestros proveedores agrícolas en cinco pilares estratégicos: protección de áreas ecológicamente sensibles; mejora de la calidad del aire, agua y suelo; reducir, reusar y reciclar principalmente el recurso hídrico y productos no renovables; conservación de energía; y disminución de insumos agroquímicos.
Este programa se aplica a cultivos de materias primas frescas, que incluyen cilantro, cebolla, chiles, jitomate, tomate y zanahoria en 15 estados del país. Con la creación y auditoría del Manual de Buenas Prácticas Agrícolas, desde 2016, hemos convertido a nuestros proveedores en signatarios y ejecutores de un compromiso con la sustentabilidad, con una visión de mejora continua a través de relaciones de valor compartido.
Acabar con el hambre para 2030 es factible, siempre que atendamos las causas fundamentales y activemos alianzas para ejecutar esfuerzos coordinados, logrando un movimiento alimentario holístico en favor de todos.
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*El autor es subdirector de Operaciones en Grupo Herdez.