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Para: Ruinas de Aké “Te extraño mucho como un panucho”

Por Jorge Alanis Zamorano

Llegar a un lugar donde la tranquilidad inunde al caos de tu mente, salir de la urbe en donde solo los sonidos de las aves rompen sin piedad el estrés y la rapidez con la que vivimos… desacelerar la vida cotidiana.

Así se respira Ruinas de Aké, un pequeño pueblo que te recibe silencioso para dejar en estado de paz a todo aquel que quiera desprenderse de las impertinentes manecillas de sus relojes, tareas y rutinas.

Comer algo sencillo en la entrada del pueblo, para después refugiarse bajo la sombra de un árbol que, a mi parecer, es muy feliz ahí donde vive. Este árbol se encuentra frente a las ruinas que, aún de pie, reciben a los curiosos que quieran explorar y de paso, conocer la Capilla del Cristo Crucificado que desde lo alto observa a sus fieles. Todos están resguardados por la Hacienda San Lorenzo, con una historia de los años 1810, y que vale la pena visitar.

Desde Mérida no se hace mucho tiempo, si acaso 40 minutos desde el periférico, pero amigos míos, les cuento que una vez llegando deben obligadamente dejarse atrapar por su quietud, misma que los dejará desconcertados.

Me acerqué con doña Paty Martínez, vecina de este hermoso sitio, con quien sostuve una plática para conocer más sobre cómo se vive y a qué se dedica la gente del pueblo:

La verdad muy tranquilo, es un lugar donde se siente la paz, en donde los niños pueden salir sin tanta preocupación de que algo les pase y es así: “a veces el tiempo se detiene” –continúa-. La mayoría sale a buscar trabajo a Mérida y otros laboran en la fábrica de “Hilos Finos” de henequén, ya que antes aquí se trabajaba con él.

Me comentó que su papá y sus tíos sembraron y cultivaron henequén, pero desde que el gobierno recortó la actividad, tuvieron que salir a buscar nuevas oportunidades en otros lugares. En la actualidad, la mayoría se dedica a arreglar casas, mientras otros trabajan de obreros en las fábricas cercanas.

Paty Martínez

Sabe que en otros pueblos aún producen henequén, y que hay un señor que da viajes en su camión buscando el oro verde para transportarlo a la fábrica del pueblo, porque en Ruinas de Aké hace mucho tiempo que ya no se produce, se acabó.

Por otro lado, si te gusta tomar fotografías, hallarás algunas casas abandonadas que pueden resultar en fantásticas tomas; la razón de esto es porque el dueño de los terrenos reubicó a los que vivían en esas casas, ya que se espera que formen parte de un proyecto turístico. No obstante, también existen varias fachadas multicolores que le dan vida a las calles.

Otra aspecto que destaca en este lugar son los grafitis pues, aunque no vi muchos, en definitiva no son de aquellos que se tornan grotescos o insultantes. Por el contrario, son mensajes de amor, y sin ser cursi, enmarcan perfectamente la personalidad del pueblo y sirven para empaparse de buenos mensajes, por ejemplo: “Te extraño mucho como un panucho”. 

Pienso que quien lo escribió mostró hambre de pasión: ese cosquilleo en su estómago por desear estar con aquella persona que le dejó un buen sabor de boca. Este grafiti me acercó a un vocabulario exquisito por pensar en la persona amada con sazón desde el corazón.

Las ruinas, capilla y hacienda pueden visitarse los domingos. Está cercano a Tixkokob y te aseguro que ahí pasarás un día reconfortante.

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