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¿Qué vamos a comer en 2050? La acuacultura y la pesca como actividades estratégicas

Es vital invertir con fondos privados y gubernamentales en este sector, financiar la investigación y el desarrollo de tecnologías e incentivar a productores y comunidades interesadas a través de beneficios fiscales y financieros con política pública que asegure sus derechos.

El autor es Director General de la Iniciativa de Pesquerías y Océanos Resilientes de EDF de México.

Según las últimas proyecciones del Consejo Nacional de Población, en el año 2050 alcanzaremos la cifra de 150 millones de mexicanos, 25 millones más que ahora y, de acuerdo con las proyecciones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático IPCC, también sufriremos más y mayores afectaciones por el cambio climático de las que ahora conocemos.

Uno de los grandes retos de México es lograr la seguridad alimentaria, es decir, cuando todas las personas, en todo momento, tienen acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos que satisfagan sus necesidades nutricionales y preferencias alimentarias para una vida activa y saludable, según cuatro pilares fundamentales: disponibilidad, estabilidad, acceso y consumo. Alcanzar este objetivo parece cada vez más complicado por los efectos negativos del cambio climático: desertificación, inundaciones, plagas, y falta de agua para los agricultores e industria pecuaria, así como calentamiento y acidificación del agua, migración de especies comerciales y huracanes que azotan a pescadores y acuacultores.

Sin embargo, todavía podemos hacer mucho para lograr que las y los millones de mexicanas y mexicanos tengan acceso a una alimentación sana y suficiente, por ejemplo, incluir en mayor proporción el consumo de alimentos acuáticos producidos por la pesca y la acuacultura de una manera sostenible. Está demostrado que un mayor consumo de proteína animal y micronutrientes provenientes de estas fuentes trae beneficios para la salud de las personas y, que, en el contexto de las altas cifras de obesidad y enfermedades cardiovasculares en México, sería un gran aporte para el bienestar y la economía.

Lograr la producción sostenible para esta inclusión de alimentos acuáticos en la dieta se da al equilibrar dos consideraciones: primera, regular la actividad pesquera, lograr un manejo basado en derechos y ciencia, y abatir la pesca ilegal como principal flagelo del sector. La otra, ser capaces de desarrollar la acuacultura como una actividad sostenible, innovadora y que derrame beneficios sociales y ambientales para las costas y sus comunidades. Datos oficiales apuntan a que la acuacultura es la actividad económica con el mayor crecimiento potencial y, por lo tanto, constituye una gran promesa para satisfacer la demanda de alimentos de la creciente población mexicana. [1]

México ya ocupa un lugar entre los 10 países con mayor producción de la acuacultura. La diversidad de actividades acuícolas es grande, desde ríos y lagos, hasta los mares y lagunas costeras, ambas necesitan innovar y adoptar tecnología efectiva, modernizarse y lograr la reconversión productiva en algunos casos. Por ello, es vital invertir con fondos privados y gubernamentales en este sector, financiar la investigación y el desarrollo de tecnologías e incentivar a productores y comunidades interesadas a través de beneficios fiscales y financieros con política pública que asegure sus derechos. Además, aprovechar las oportunidades que ofrece la rica biodiversidad de México, en el cultivo de especies nativas y/o endémicas, como el caso de la totoaba, o de la acuacultura regenerativa de algas y bivalvos, como ya ocurre en algunas regiones, en dónde además de la producción de alimentos, cumple con una doble función, regenerando ecosistemas y como protección climática.

En conclusión, la seguridad alimentaria en México no puede ser alcanzada sin reconocer el papel fundamental que desempeñan los productos del mar. Estos alimentos no solo son una fuente de nutrientes esenciales, sino también una oportunidad para promover la sostenibilidad ambiental y el desarrollo económico de las comunidades costeras. Las políticas públicas deben apoyar iniciativas de pesca y acuacultura sostenibles para garantizar un futuro próspero y saludable para los mexicanos, en el que los productos del mar sean un pilar fundamental de la seguridad alimentaria en el país. La inversión en la protección de los ecosistemas marinos y en la promoción de prácticas responsables en la industria pesquera y acuícola son pasos cruciales hacia un México más seguro y nutritivo. No olvidemos que el futuro de nuestro planeta depende, en buena medida, de la manera en que producimos nuestros alimentos.

Fuente: X: @rafagaortiz para El Financiero

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