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¿Quién me vende un burro?

Necesito pagar una deuda histórica 

Por José Luis Preciado 

Y sí, los burros están en peligro de extinción. 

Cuando era gente de rancho, que no es lo mismo que ranchero, siempre soñaba con un caballo, de preferencia como el del Llanero Solitario; los veía bailar al ritmo de la banda, bien educados por un jinete que, la mayoría de las veces, terminaba borracho y maltratándolo. 

Pensaba para mis adentros que cuando tuviese un caballo sería mi amigo, que hasta platicaríamos… pero me tocó en fortuna la herencia de un burro: un jumento flaco y fatigado por los años; quizás la edad le había permitido ganar paciencia para aguantar mis pretensiones de que fuera un caballo. 

Cierta vez iba montado —iba decir a galope, pero aquello era a paso tortuga—, rumbo al rancho de los mangos. Ahí estaban los más sabrosos de toda la comarca, desde el ataulfo hasta el manila; el sitio estaba retirado, así que había que armarse de paciencia, el regalo serían unos deliciosos mangos recién bajados desde las altas ramas. 

—Pásele mi hijo —habló el encargado del rancho—, ¿cómo está tu papá, Tanilo? 

—Muy bien, le manda saludos y me dijo que le dejara esta petaca que nos pidió para la pisca.

—Muchas gracias —carraspeó—. Ese tu papá, Tanilo, es el mejor petaquero de por acá. Sus petacas son de lo más fino y duradero —respondió ufano el guardián de los mangos y continuó—, aquí te doy el importe de la petaca y ve a bajar los mangos que quieras, yo invito. 

—Mil gracias—, respondí tomando el dinero e inmediatamente me adentré en la huerta de mangos, cerca del río. 

No les había platicado que Tanilo, mi padre, hacía las mejores canastas de toda la región. Las ribeteaba con el cuero de las vacas que morían en los campos ganaderos; él apenas veía volar un zopilote y ya estaba rescatando la piel del ganado. Le servía para hacer tiritas y reforzar las petacas, así estas aguantarían las cargas de maíz o de calabaza. 

Tanilo era un hombre que tenía las manos de seda para tejer, cultivar y cosechar ricos tarros de miel. ¿Cuánto tiempo tarda uno en darse cuenta que vive con un artista o un artesano?; solo mi hermano Félix heredó algo de eso. 

Disculpe la distracción y sentimiento, pero va de la mano; platicaba de los mangos y el burro, ahí hay una anécdota y metáfora. 

Llegué a la huerta y me trepé al árbol más prometedor y frondoso del cual colgaban unos mangos dulces y otros no tanto (ya los conocía muy bien). Allá, entre las ramas, comencé a bajarlos despacio y los colocaba en un sitio; logré un montoncito considerable. 

Ahí voy otra vez arriba… en eso escucho al burrito comerse mi cosecha. Enojado, bajé a la tierra y tomé en la mano derecha un mango de mediano peso y lo lancé como en el béisbol. Tan mala la suerte que el mango cayó en medio de las patas traseras del animal, en su zona íntima. El borrico cayó derrengado abriendo desmesuradamente el hocico tratando de buscar aire. 

Corrí a pedirle perdón, le tiré agua, le di de beber, traté de reanimarlo, hasta que le volvió el color y se puso de pie. 

—Gracias Dios mío —exclamé mirando al cielo cundido de mangos—; hasta se me olvidaron. 

Dicen que el burro es el animal más inteligente, incluso que el caballo que es más nervioso. El burro es fiel, paciente, pero nunca olvida una afrenta. Esos datos los supe después; en aquella ocasión lo cargué de mangos, se dejó montar y me regresó sano y salvo a casa. 

No sé si el burro me recordó y me perdonó, pero a mi nunca se me olvidará aquello que me hizo moderar el carácter, cuidar hasta el cariño y apreciar a los burros, y en general, a los animales; no es ninguna posición políticamente correcta, yo así lo creo. Eso si, los dejo ser animales.

Quedan pocos burros en México

No es una especie protegida.

Hasta el 2020 solo quedaban 300 mil burros en todo el país; se trata de una drástica caída del 80% en los últimos 29 años, según la Asociación Burrolandia que cuida, protege y fomenta la cría de estas nobles bestias. Hay mucho que aprender de Colombia en este sentido, allí siguen siendo amos y señores de la carga. 

La cruza entre yegua y burro da lugar a la mula o macho; la del caballo y la burra no es recomendable, porque el resultado es un animal un tanto débil y enfermizo que se llama burdégano o burreño; también ahí en Colombia han logrado mejores resultados.

Rural MX

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