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Salsa La Chichí, te cuento por qué

Por Jorge Alanis Zamorano

Cercano a Motul encontramos a Muxupip (“pan enterrado” en maya), municipio tranquilo en donde su gente trabajadora te recibe bien y gustosa. Ahí, me encontré con Jorge Adrián Aké y con Daniel Araujo Domínguez, ellos cuentan con una historia que debe interesarnos.

En tiempos donde las ganas van bajando velocidad y los rumbos no son claros, ellos muestran una cara alentadora para pisar el acelerador y poner en marcha la creatividad, pero eso sí, debe encararse a la suerte sin miedo.

Se trata de poder utilizar el conocimiento de las abuelas, quienes pusieron a nuestra disposición lo que saben hacer. Ahí, cada quien despertará el interés y pondrá en práctica lo que escucha, lo que aprendió, además para aprovecharlo a su entero favor; ellos, con una idea clara de hacer negocio buscaron alternativas y, en la búsqueda de poder hacerse de un ingreso, llegaron a la idea exacta: una salsa como las que hacen las abuelas.

Sí, aquel sabor que detona en el paladar y realza toda comida que se atraviesa a su paso. El asunto aquí, no es solo la mezcla molida de chile habanero y otros ingredientes como cebolla y ajo; tiene un toque, eso que la vuelve una salsa inmortal, que hace recordar buenos tiempos, que hace desear “más de eso” en los tacos y tortas, en el desayuno, en el guisado, en la charla antes de comenzar la comida fuerte, con totopos, frijol y salsa… esa salsa picosita, de buen color, de la abuela, ¡sí, exactamente esa salsa!

Daniel y Jorge se dan a la tarea de preguntar dónde estaba el tesoro escondido en la receta. ¿Por qué no nos queda como debe quedar?, se preguntaron en más de un ensayo. Hasta que una abuelita les dijo cómo se debe hacer, el pase mágico, el movimiento, el lugar, los tiempos exactos de cada proceso… ¡Es una salsa artesanal!

Se dieron cuenta que la sazón de la vieja escuela tiene su chiste. Hacer las cosas bien hechas, con el corazón, con gusto, con ganas de que se coman y repitan lo que se sirve, con ganas de convocar a los presentes y continúen la reunión llenando el estómago con placer. Así es como las chichís (abuelas) controlaban a la familia: por el estómago, pero siempre comenzando por el paladar…

Así pues, al entender esto, Jorge y Daniel se sentaron con una chichí para aprender a elaborar la salsa que ellos querían lograr. Fui testigo de su elaboración, también conocí y aprendí la sazón, cuyo secreto está en buenas manos, pues solo me atreveré a utilizar la receta para mis propios tacos.

Hoy día, sus salsas han cruzado más allá de Muxupip; ahí comenzaron teniendo una gran aceptación, ninguna queja, que por el contrario, les solicitaban más salsas. Sin imaginarlo, sus productos están revoloteando en paladares de varias partes del país, incluyendo Mérida, Quintana Roo, Campeche y la Ciudad de México.

Sin conservadores, advierten a sus clientes consumirla lo antes posible, sin embargo, parece que no hay necesidad del señalamiento ya que pronto les están realizando más pedidos. El mercado existe, todos comemos tacos y éstos llevan salsa, además de las tortas, la sopa, y a casi todo le ponemos salsa… el asunto está en: ¿qué salsa le pones a tus tacos?

Ellos siguieron su corazonada, un sueño, una idea; como en todo, el comienzo fue sumamente difícil, pero no claudicaron. Hubo muchos días donde tuvieron que deshacerse de salsas por falta de clientes, pero hoy, les faltan salsas y envases para hacer llegar los pedidos.

Por mi parte, hice la prueba de fuego en un delicioso desayuno que la hermosa señora Gloria María Aké Noh (madre de Jorge) me hizo el favor de compartir, y en donde la salsa de habanero “La Chichí” demostró no de qué está hecha, sino cómo está hecha…

Y amigos míos, lo único que me queda decir es que ¡DEBEN PROBARLA!

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