Por Ana Laura Preciado
Creo no existe nada más satisfactorio para el equipo de Rural MX que andar por recovecos de Yucatán y descubrir con asombro lo mucho que nos falta por conocer; en cada desvío o parada inesperada nos aguardan incontables poblaciones con varias historias por contar. Tal fue el caso de Tixcacaltuyub, un pueblo cobijado al sur de Yucatán y comisaría del municipio de Yaxcabá.
En una de nuestras acostumbradas odiseas en el interior del estado, llegamos a este pueblo un tanto alejado de Mérida (a casi dos horas de distancia), que por su ubicación y lejanía uno diría que está más “pa’lla que pa’ca”.
Lo primero que nos llamó la atención de Tixcacaltuyub fue la dimensión del parque principal, el cual parte de su explanada está situada en terreno elevado. En la punta de aquella diminuta colina está asentada una construcción abandonada que, de acuerdo a comentarios de los lugareños, hace varios años funcionaba como escuela primaria.
Enseguida podrás divisar la Iglesia y Ex Convento San Juan Bautista que, dada a su inmensidad, se encuentra al mismo nivel que la olvidada escuela alta. Al subir las 34 escaleras hasta la cima de la iglesia encontrarás una magnífica vista del poblado.
La entrada de la iglesia es monumental, aunque la puerta se mira descuidada. El cerrojo estaba echado, así que ningún alma podía cruzar el umbral. Al acechar entre las grietas que marcan la edad de la muy vieja puerta, observamos a duras penas el interior del recinto que estaba sumido en la penumbra.
Regresamos al pie de la iglesia y notamos una cruz de piedra que corona el techo del lugar. Esta resiste el ahogo de varios hilos en donde aún cuelgan decenas de guirnaldas multicolores de plástico. Dicha decoración sirvió para ataviar al complejo religioso el pasado mes de junio, con motivo de la celebración en honor a San Juan Bautista.
Nos detuvimos un momento para contemplar el paisaje desde ahí y como el viento estaba agitado, pudimos escuchar el aletear de los banderines que aún esperan entusiasmados a los contados feligreses que habitan la comunidad.
Por otro lado, el panorama se acentúa por un arco adyacente de piedras que adorna el flanco derecho del Ex Convento. Algunos niños corrían y arrastraban sus mochilas, al parecer felices de haber salido de clases, mientras esquivaban con evidente agilidad algunos mototaxis; la escena era digna de una hermosa estampa yucateca, aquello me hizo sonreír de oreja a oreja.
A unos cuantos pasos encontramos la biblioteca comunitaria “La lluvia del saber”. María Cox, encargada del espacio, platicó un rato con nosotros para explicarnos la historia de la localidad: Tixcacaltuyub es un lugar muy bonito, principalmente por la iglesia. Esta es una estructura de piedra que tiene muchas escaleras para poder subir y donde puedes tener una buena vista de la comunidad.
La iglesia era un ex convento en donde vivían los franciscanos –agregó-; mis abuelos me contaron que aproximadamente en el año 1510 se empezó a construir este templo. Aunque el edificio está abandonado, se sigue usando para hacer las misas; el lugar todavía tiene vida.
María aprovechó para resolvernos una de nuestras mayores dudas acerca de a qué se dedica la gente de la población. Ella nos comentó: Las personas de la comunidad se dedican a la agricultura y a la producción de miel. Y la gran mayoría de la gente se va a Mérida o a Cancún a trabajar de albañiles para buscar un mejor sustento. Aquí no hay mucha oferta de trabajo, por lo tanto, la mayoría se va y los que quedamos vamos a Sotuta o a Peto para conseguir lo que no encontramos aquí.
Para pasar el rato en la biblioteca hojeé unos cuantos libros que se encontraban en los estantes y descubrí abundante material didáctico para los niños de la comunidad. Algunos cuentos, libros populares y contenido ilustrado que parecían haber sido una fuente recurrente de información por su evidente uso.
Nuevamente en el parque, advertimos algunos árboles ermitaños arropando con su sombra a dos o tres personas que gozaban del cálido vendaval que golpeaba aquel día. Mientras, en el otro extremo de la plaza, una mujer con una palangana de plástico sobre su cabeza caminaba presurosa para llegar a su destino. Los granos de maíz remojados dentro del contenedor se bamboleaban de un lado a otro al vaivén de la marcha.
A un lado, bajo el techo de su tendejón llamado “Valentina”, una señora (que probablemente tenía el mismo nombre al de la tienda) bordaba con suma paciencia lo que parecía su próximo hipil. A su lado se encontraba su esposo, quien pacientemente escoraba los refrescos dentro de la heladera.
La actividad en el centro de la localidad se desenvolvía con energía; todos se encontraban inmersos en su tarea, en su rol, en su vida…
Una vez listos para partir, apreciamos por una última vez la vista. Estuvimos de acuerdo que Tixcacaltuyub realmente parece sacado de una tarjeta postal, de esas que no aguantas en compartir con todo mundo.