Se prevé una disminución de la oferta, el consumo y los ingresos comerciales del pescado para 2020 debido a las restricciones de contención, en tanto que se espera que la producción acuícola mundial descienda un 1,3 %.
ROMA, Italia. La pesca y la acuicultura mundiales se han visto gravemente afectadas por la pandemia de la enfermedad por coronavirus (COVID-19) y podrían afrontar nuevas perturbaciones en 2021, pues los confinamientos afectarán a la oferta y la demanda en todo el sector, según un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
El informe titulado Repercusiones de la COVID-19 en los sistemas alimentarios relacionados con la pesca y la acuicultura se presentó durante el 34.º período de sesiones del Comité de Pesca, albergado por la FAO.
Según el informe, se prevé una disminución de la oferta, el consumo y los ingresos comerciales del pescado para 2020 debido a las restricciones de contención, en tanto que se espera que la producción acuícola mundial descienda un 1,3 %, lo que supondría la primera caída que registra el sector en varios años.
“La pandemia ha provocado un trastorno generalizado en el sector de la pesca y la acuicultura, al haberse alterado la producción, interrumpido las cadenas de suministro y restringido el gasto de los consumidores debido a varios confinamientos”, señaló la Directora General Adjunta de la FAO, la Sra. Maria Helena Semedo.
“Las medidas de contención han ocasionado cambios profundos, muchos de los cuales probablemente perdurarán a largo plazo”.
Aunque los alimentos en sí no son responsables de la transmisión de la COVID-19 a las personas, el informe destacó que todas las etapas de la cadena de suministro de la pesca y la acuicultura eran susceptibles de sufrir perturbaciones o interrupciones por las restricciones de contención.
Los precios agregados para 2020, medidos según el índice de precios del pescado, han disminuido en términos interanuales para las especies más comercializadas. Los cierres de restaurantes y hoteles en muchos países han provocado asimismo una caída de la demanda de productos pesqueros frescos.
“La repercusión ha sido significativa en los países en desarrollo, especialmente en aquellos con grandes sectores informales, en los que los trabajadores y comunidades en pequeña escala y artesanales dependen de la pesca para su seguridad alimentaria y sus medios de vida. Ellos se han llevado la peor parte de las restricciones”, declaró la Sra. Semedo.
Según se indicaba en el informe de la FAO, en la acuicultura había cada vez más indicios de que la producción sin vender daría lugar a un aumento de los volúmenes de existencias de peces vivos, lo que generaría un incremento de los costos de alimentación así como mayores cifras de mortalidad de los peces. Los sectores con ciclos de producción más largos, como el salmón, no pueden adaptarse con rapidez a los cambios en la demanda.
Se prevé también que las capturas mundiales de pesquerías naturales hayan sufrido un ligero descenso en 2020, ya que, en general, ha habido un menor esfuerzo de pesca debido a las restricciones relativas a la COVID-19 impuestas a las tripulaciones de buques pesqueros y las malas condiciones de los mercados.
A raíz de la COVID-19, las preferencias de los consumidores han cambiado. Mientras que la demanda de pescado fresco ha disminuido, la demanda de consumo de productos envasados y congelados ha aumentado, ya que las familias buscan abastecerse de alimentos no perecederos.
Antes de la pandemia, el sector presentaba una tendencia general al alza. En 2018, la producción pesquera y acuícola mundial, excluidas las plantas acuáticas, alcanzó un máximo histórico de casi 179 millones de toneladas. La pesca de captura global, con 96,4 millones de toneladas, supuso el 54 % del total, en tanto que la acuicultura, con 82,1 millones de toneladas, representó el 46 %. En los últimos decenios, el consumo de pescado ha aumentado de forma significativa a un promedio de más de 20 kilogramos por persona.
La FAO ha solicitado que las medidas de restricción transfronteriza que alteran el comercio de alimentos se reduzcan al mínimo en aras de la seguridad alimentaria. En el informe se instó a organizaciones sectoriales y regionales a trabajar conjuntamente para gestionar los sectores pesquero y acuícola durante la pandemia, aplicando medidas que apoyen la protección del empleo y aseguren una rápida recuperación del sector sin comprometer la sostenibilidad.
Las repercusiones de la COVID-19 en las mujeres, ya de por sí vulnerables como productoras, elaboradoras y vendedoras de alimentos así como cuidadoras, también deberían tenerse en cuenta y debería brindarse apoyo gubernamental a las mismas a lo largo de la cadena de valor pesquera.
La incertidumbre sigue imponiéndose en las perspectivas para los sectores de la pesca y la acuicultura, particularmente en lo que se refiere a la duración y gravedad de la pandemia.
El Comité de Pesca, en su 34.º período de sesiones, conmemora este año el 25.º aniversario del Código de Conducta para la Pesca Responsable, un instrumento emblemático respaldado por los Estados Miembros de la FAO, que ha venido orientando los esfuerzos por lograr la sostenibilidad de la pesca y la acuicultura en todo el mundo.
Ante la incertidumbre que la pandemia y otros problemas han suscitado en el sector, los principios del Código de Conducta son más esenciales que nunca para velar por que el sector pesquero siga siendo viable y sostenible.