Sin importar las formas, costos o tamaño, cada cosa que emprendas, representa la medida de tus sueños.
Un corral, más que un encierro, es una forma de protección; una jaula es la diferencia entre vida o muerte frente a los zorros; un ganso suelto es símbolo de respeto por parte de animales rastreros… son las leyes no escritas de un rancho.
Don Enrique Maas cambió su tienda de abarrotes e infinito lío con Hacienda por esta jubilación: Vacas, gallinas, un caballo, un burro, gansos, plantas… Su esposa Elisa tenía muchos problemas de salud, aquí se curó por completo. Su hijo Enrique un día los sorprendió: “Papá, quiero que te retires a vivir en el rancho, allí tendrán mejor calidad de vida”. Le hicieron caso y hoy no se arrepienten. Echando a perder se han convertido en expertos.
Aquí uno termina cansado, pero muy satisfecho. El gallo te recuerda que ha nacido un nuevo día y que aquí no hay domingos, ni lunes… todos los días son de trabajo. El rancho o paraje “Los Grillos” está a las afueras de Tecoh (que en español significa “lugar del puma”), es el hogar que don Enrique, su esposa y su hijo se han construido.
Ni tiempos malos ni buenos,
estos son tiempos de hoy
Aquí mismo, en Tecoh, muy cerca de los Maas, doña Romualda cocina los sagrados alimentos: unas ricas tortitas de papa se van inflando al caer en aceite de un perol a fuego vivo, mientras los golosos nietos esperan su ración. Ella es de verbo suelto, se lamenta de estas generaciones acostumbradas a la vida fácil, rememora los tiempos idos, aquellos en los que todos metían la mano para llevar comida.