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                                    milias apoyar econ%u00f3micamente la formaci%u00f3n de un nuevo nido durante diez meses. Por una cuota mensual o anual, los adoptantes eligen su colmena, pueden nombrarla, seguir su desarrollo y, al finalizar la temporada, reciben miel y productos elaborados a partir de su colmena, adem%u00e1s del orgullo de haber contribuido al equilibrio ecol%u00f3gico.Cada colmena nueva significa m%u00e1s de 3,500 abejas polinizando plantas, ayudando a sostener siete de cada diez alimentos que consumimos y promoviendo el reverdecimiento de nuestro entorno, explica don Pablo.Regresar la vida a la tierraEl a%u00f1o pasado, el proyecto colabor%u00f3 con organizaciones como Fundaci%u00f3n Procampo y Dunosusa, enviando colmenas a comunidades rurales donde las mujeres han sido capacitadas en meliponicultura. En un caso reciente, debido a olas de calor extremas, algunas colmenas fueron trasladadas de regreso al santuario para su recuperaci%u00f3n, como si se tratara de una terapia intensiva para abejas; %u00e9stas, al retornar a sus comunidades, no s%u00f3lo sobrevivieron, sino que fortalecieron la confianza de las mujeres que las cuidan.La historia de Melipona Guardiana es reciente, pero se teje con hilos antiguos. Naci%u00f3 durante la pandemia, cuando la conciencia ecol%u00f3gica resurgi%u00f3 con fuerza, y tom%u00f3 forma con la ayuda de la ciencia, la espiritualidad maya y la colaboraci%u00f3n comunitaria. Como dice don Pablo: Todo tiene su nombre, todo tiene su due%u00f1o, todo tiene su raz%u00f3n de ser. Todos podemos poner nuestra gotita de miel en el rescate de la abeja melipona.La abeja melipona, se%u00f1ora del bosque, tiene su guardi%u00e1n: el dios Ah Muzen Kab%u2026 y tambi%u00e9n tiene ahora un refugio, una casa, y una red dispuesta a cuidar de ella.17
                                
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